jueves, 20 de junio de 2013

SEIS


Este blog cumple seis años. Algunas veces pienso si los años de los blogs serán como los de los perros y en realidad una tiene mucho más tiempo pesándole sobre los hombros. En el bar de Peggy Sue, que es donde yo imaginaba que estaban todos mis amigos blogueros, charlando y riendo animadamente, quedan cada vez más sillas vacías. El ruido del cartel desvencijado de la puerta es lo único que se puede oír algunas noches, aunque Peggy Sue sigue atenta llenando las tazas de café, dándole de vez en cuando a la máquina de discos para que la música ahuyente el silencio y el recuerdo de tiempos mejores.
No sé si realmente hubo tiempos mejores, si quedarán todavía buenos momentos por vivir en este pequeño rincón de la blogosfera. Como Peggy Sue, he pensado muchas veces en cerrar el chiringuito, pero igual que ella, en el último momento siento que no sé dónde podría estar mejor.
Muchas gracias a todos.

viernes, 7 de junio de 2013

MI VOZ BUSCABA EL VIENTO PARA TOCAR SU OÍDO

Siempre me arrepiento nada más empezar. Explicar poesía a unos adolescentes derrumbados sobre el pupitre es, a estas alturas del curso y de la vida, derrumbarse también sobre la mañana lluviosa de mayo. Reparto las fotocopias mientras ellos las recogen con gesto mecánico hablando de cualquier cosa. Espero su silencio, que tarda en llegar, que nunca es del todo silencioso ni inmóvil, pero acaba por  dejar que mi voz encuentre poco a poco su hueco en el aula.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
JH. se sienta al final de la clase con su visera echada hacia delante. No tiene libro ni libreta desde ya no sé cuándo. En realidad lo único que tiene en la vida es esa pequeña rebeldía en la que se atrinchera y que cada vez le salva de menos cosas. 
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
T. y A. están hechos de ese material inconsistente de la ignorancia aplaudida por sus mayores, de la trapacería mezquina, de la tabla rasa del desprecio hacia todo lo desconocido. Con los ojos fijos en la pared, bostezan ostensiblemente y sonríen con una malicia diminuta.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
M. abre sus ojos redondos como esferas, llevado por una música de sílabas que no acierta a comprender aunque le hable en su propio idioma. Arruga el ceño y copia... quién sabe qué copia en su libreta florecida de faltas de ortografía.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
L. y M. siguen los versos con arrobo de muchacha mal enseñada. Se miran de vez en cuando, partícipes de una complicidad de callejón oscuro, pequeña sordidez de barrio en la que van escribiendo sus conquistas como escriben versos infames en sus carpetas.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
C. me escucha sumido en un silencio doloroso. Serio y frágil, como un pájaro herido, aletea por los pasillos sin atreverse a reconocer el secreto a voces de su deseo. Es el más educado, el más callado, el que menos sabe del mundo y de las cosas.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
S. mira por la ventana. S. mira siempre por la ventana, como un convicto sin esperanza, como un naúfrago en una isla, como un vigía a la espera de las tropas liberadoras.
Y así van pasando mis ojos por los pupitres mientras el sonido de mi lectura parece llenar el aire de un recogimiento cada vez más espeso, más anárquico e inconsistente, más evocador o tedioso. Pero flota, por un instante sobre sus cabezas, el poder efímero y prodigioso de las palabras.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Mi querida Lula, ahora sé por qué a pesar de arrepentirme siempre, reincido año tras año en el delito de la poesía.
Recibe un fuerte abrazo de tu viejo profesor
Lucas Tanner

lunes, 3 de junio de 2013

PASSIONE


Sobre todo es eso... pasión por una ciudad inclasificable, pasión por la música. Quizás no se pueda entender este docu-musical de John Turturro sin haber paseado la mirada por cualquier devastado callejón napolitano, por el abigarrado paisaje humano de Spaccanapoli, esa navajada urbanística por la que rezuma la vida en todo su esplendor y contradicción. Mediterráneo hasta la médula, ciudad portuaria, quintaesencia de la historia que nos sitúa en el tiempo... Nápoles y la música tejiendo una tela de araña excéntrica a nuestro alrededor. Un espectáculo bizarro e irrepetible que nos iguala más allá de cualquier diferencia. Hay que dejarse llevar.