lunes, 10 de diciembre de 2012

APOCALIPSIS



Según contaba Niccolò Ammaniti, la respuesta que obtenía de sus editores cuando les presentaba una recopilación de sus mejores cuentos desde 1993 hasta el 2012, era invariable: "El momento es delicado". Y ese es el título que abraza finalmente los delirios y las ternuras de su última publicación en Italia. Conocerlo es amarlo.
Traduzco el último relato como aperitivo de los tiempos que se nos avecinan. El momento es delicado, sin duda. No perdamos la sonrisa. Grazie tante Niccolò.

Querida Franci:
Te escribo sobre todo para saber cómo estás tú y cómo están Eris y vuestros maravillosos hijos. Y además quería saber si ahí, en Australia, os ha llegado el apocalipsis. Manu dice que no está claro que haya llegado hasta ahí, vosotros estáis en otro hemisferio y que Australia es un país bastante virgen y que la gente no puede haber cometido el mismo número de pecados que nosotros. Yo creo que es una tontería, no puede haber un apocalipsis a la mitad, parcial. Y además, en la televisión decían que era un problema global. No sólo aquí. Vete tú a saber. De todas formas, espero que a vosotros no os haya llegado todavía y Manu tenga razón. Con Manu sigo peleándome a pesar del apocalipsis. Desde hace un par de años no se hablaba de otra cosa que del apocalipsis que llegaría y que nos moriríamos todos. Sobre todo los expertos, en televisión, tenían cada uno una hipótesis de cómo llegaría. Pero todos coincidían en esa historia de los caballos de colores. El Anticristo llegaría sobre un caballo blanco para anunciar el final de la tierra. Después llegaría un caballo rojo que haría estallar una guerra en toda la tierra y entre todos los países. Después un caballo negro que habría traído hambre y carestía como consecuencia de la guerra. Y para terminar un caballo amarillo, después de veintiún meses, cuando un cuarto de la población estuviese muerta. De estos caballos no hay ninguna noticia, o al menos por aquí, en Pistoia, no se han visto. Tampoco ha habido terremotos y lluvia de meteoritos. Pero el apocalipsis ha llegado. 


Ha llegado así, sin trompetas del juicio para anunciarlo. Me desperté una mañana y comprobé que me dolía todo. Cualquier movimiento, aunque sea doblar un dedo, me duele. Incluso pestañear duele. Un dolor constante que no te abandona nunca. Caminar es casi imposible sin gritar. Es difícil de explicar pero cualquier proceso biológico produce dolor. Incluso el crecimiento de la barba, del pelo o de las uñas. Los dientes están todos irritados. Digerir te deja prácticamante sin aliento, empiezas a llorar. Es como si Dios hubiese quitado a todos los hombres el anestésico que te permite vivir sin sufrir, divertirte, estar en paz. ¿Sabes aquella historia que contaban de las endorfinas que produce nuestro cerebro para hacernos sentir mejor? He comprendido que la carne, las células, la sangre misma sufren para existir y que Dios (y pensar que yo no creía en él) había insuflado sustancias anestésicas que ahora  ha quitado. Ahora, aquí, no tenemos nada que nos proteja y cada segundo es un sufrimiento continuo. Como si nos torturasen veinticuatro horas al día. Follar, perdona si me expreso así, es prácicamente imposible. El otro día tuve una erección y por poco me desmayo. De eyacular ni hablamos. No veo cómo se conseguirá tener hijos. Y las mujeres embarazadas son las que sufren más, todas abortan presas de horribles espasmos. Dicho esto, no quiero parecer dramático exagerado, pasará. Tal vez el Padreterno nos recubrirá de esta droga natural que hacía al vida digna de ser vivida. Es verdad que nuestras drogas no funcionan. Con el LSD, distribuyen gratis todo tipo de droga y anestésico, incluidos heroína y opio. Pero no sirve de nada. Qué extraño, nadie había pensado en este castigo. Es el peor de todos. Todos hablaban. Ahora incluso hablar es imposible. Las cuerdas vocales las usamos sólo para lamentarnos. Ahora debo dejar de escribir, la mano se me está paralizando y los ojos se me empañan, también mirar me hace daño. Por aquí el pequeño Héctor no deja de llorar desde hace un mes y Manu, cuando le da de mamar, debe morder algo con los dientes para no implorar piedad.


Deseo que ahí donde estáis vosotros no suceda lo mismo. Si no os ha sucedido todavía debéis pensar que la vida que vivís es maravillosa, disfrutad de ella cada segundo, respirad a pleno pulmón, corred, besaos, follad.
Te quiero mucho. Ah, no te he dicho que cada latido del corazón es un desafío que me arranca un sutil lamento. Tuo
Filippo

martes, 20 de noviembre de 2012

PREGUNTA


¡Oh, mi yo! ¡Oh, vida!, de sus preguntas que vuelven,
del desfile interminable de los desleales, de las ciudades llenas de necios,
de mí mismo, que me reprocho siempre (pues, ¿quién es más necio que yo, ni más desleal?),
de los ojos que en vano ansían la luz, de los objetos despreciables, de la lucha siempre renovada,
de los malos resultados de todo, de las multitudes afanosas y sórdidas que me rodean,
de los años vacíos e inútiles de los demás, yo entrelazado con los demás,
la pregunta, ¡oh, mi yo!, la pregunta triste vuelve,
¿Qué de bueno hay en medio de estas cosas, oh, mi yo, oh, vida?

Respuesta

Que estás aquí, que existen la vida y la identidad,
que prosigue el poderoso drama, y que puedes contribuir con un verso.

jueves, 1 de noviembre de 2012

MAURO

Mauro es una de esas personas que parece transitar por la tierra como una pluma: de forma ligera, imperceptible. Nada llama la atención en sus ademanes, en su físico, en su forma de vestir y de comportarse. Tiene 17 años y llegó hace un mes de Cuba. Cuando me mira desde sus ojos negros, negrísimos y enormes es como si se abriera un mar oscuro y doloroso que no alcanzo a descifrar del todo. En realidad, Mauro sólo abre esos agujeros negros que lo comunican con el mundo y aprieta los labios impotente. No he logrado arrancarle una palabra. Le pregunto por los deberes, le pregunto si sabe en qué aula tenemos clase, le pregunto por qué no tiene libro, le pregunto qué le sucede, si está bien, si necesita algo y él me responde siempre con su mirada acuosa y nocturna. He intentado averiguar algo entre sus compañeros, pero todos se encogen de hombros con desgana. Nadie le conoce, acaba de llegar y es tímido.
Hace poco supe, por una compatriota suya, que Mauro no quería venir a España. Una reagrupación familiar lo trajo a él, a su hermana y a su madre con apenas lo puesto. En la Habana quedaron todos sus amigos, su novia, los atardeceres del Malecón y algo cálido y dulce que no sabe expresar. Su padre ahora está en el paro. De los cuatrocientos euros que recibe de ayuda, doscientos cincuenta van a parar al alquiler de la casa. Una casa linda, con habitaciones, con puertas, acogedora.
Ayer lo encontré, perdido, como siempre, en la oscuridad de su silencio. Lo llevé a la biblioteca y se dejó arrastrar, manso y triste. Le enseñé los libros, las películas, los ordenadores, las revistas, los cómics... Creí que no había entendido nada, que los sonidos resonaban en su cabeza como una música incomprensible. Pero me equivocaba. Mauro abrió su ojos excesivos y musitó a duras penas: Gracias.
Nadie, nadie se merece que la miseria le arranque el don de la palabra.
Un abrazo, mi querida Lula, de tu viejo profesor
Lucas Tanner

lunes, 29 de octubre de 2012

PUERTAS

Mi profesora de literatura se llamaba Nieves. Recuerdo su risa, su gesto de falso enfado cuando le discutíamos algo. Recuerdo que le discutíamos mucho y ella se dejaba, que ocupábamos por aquel entonces un aula diminuta y fría en un colegio bien triste y mezquino. Recuerdo que sus palabras pintaban puertas en el aire, puertas por donde escaparse a otros mundos menos mezquinos y menos tristes. Hoy es el aniversario de la muerte de Alberti, su poeta preferido. Compruebo al releer sus versos, cómo ahora son sus poemas los que pintan las puertas por donde asomarse a la memoria. Los ángeles muertos al borde de los precipicios y mi asombro adolescente ante la poesía surgida de la podredumbre y la rabia. Los jinetes galopando hacia el mar, la inutilidad de las palabras cuando tanto se sufre sin sueño y por la sangre, el viejo poeta entrando en aquel primer parlamento de la recién estrenada democracia... ¿quién aquél? el tonto de Rafael.
Aquellas clases con la impaciencia de la vida esperándome a la salida. Este maldito otoño... y  siempre, siempre, la misma impaciencia de la vida esperándome en primavera.


Nos dicen: Sed alegres.
Que no escuchen los hombres rodar en vuestros cantos
ni el más leve ruido de una lágrima.
Está bien. Yo quisiera, diariamente lo quiero,
mas hay horas, hay días, hasta meses y años
en que se carga el alma de una justa tristeza
y por tantos motivos que luchan silenciosos
rompe a llorar, abiertas las llaves de los ríos.
Miro el otoño, escucho sus aguas melancólicas
de dobladas umbrías que pronto van a irse.
Me miro a mí, me escucho esta mañana
y perdido ese miedo
que me atenaza a veces hasta dejarme mudo,
me repito: Confiesa
grita valientemente que quisieras morirte.
Di también: Tienes frío.
Di también: Estás solo, aunque otros te acompañen.
¿Qué sería de ti si al cabo no volvieras?
Tus amigos, tu niña, tu mujer, todos esos
que parecen quererte de verdad, ¿qué dirían?
Sonreíd. Sed alegres. Cantad la vida nueva.
Pero yo sin vivirla, ¡cuántas veces la canto!
¡Cuántas veces animo ciegamente a los tristes,
diciéndoles: Sed fuertes, porque vuestra es el alba!
Perdonadme que hoy sienta pena y la diga.
No me culpéis. Ha sido
la vuelta del otoño.
Rafael Alberti


lunes, 22 de octubre de 2012

DE VITA BEATA


Carta de Maquiavelo a su amigo Vettori (1513)
En mis tierras me estoy, y desde mis últimas desventuras no he permanecido, juntándolos todos, ni veinte días en Florencia. Me levanto con el sol y me voy al bosque mío que están talando, donde paso dos horas, inspeccionando los trabajos del día anterior y conversando con los leñadores, que siempre tienen algún pleito entre ellos o con sus vecinos…
Y dejando el bosque, me dirijo a una fuente, y de allí al sitio donde dispongo mis trampas para cazar pájaros, con un libro bajo el brazo: Dante, Petrarca, o uno de los poetas menores, como Tibulo u Ovidio. Leo de sus amores y pasiones que, al recordarme las mías, me entretienen sabrosamente en este pensamiento. Tomo luego el camino de la hostería, donde hablo con los pasajeros y les pido noticias de sus lugares, con lo que oigo diversas cosas y noto los varios gustos y humores de los hombres.
Llega en esto la hora del yantar, en el que consumo con mi familia los alimentos que puede dar esta pobre tierra y mi menguado patrimonio. Después de haber comido, vuelvo a la hostería, donde con el posadero están, por lo común, un carnicero, un molinero y dos panaderos. Con ellos me encanallo jugando a los naipes o a las damas, de lo que nacen mil disputas e infinitas ofensas y palabras injuriosas, y lo más a menudo se combate por un centavo, y hay veces que desde San Casciano se nos oye gritar. Y en esta piojería he de zambullirme para que no acabe de enmohecérseme el cerebro, y para desahogar esta malignidad de mi suerte…
Al caer la noche, vuelvo a casa y entro en mi estudio, en cuyo umbral me despojo de aquel traje de la jornada, lleno de lodo y lamparones , para vestirme ropas de corte real y pontificia; y así ataviado honorablemente, entro en las cortes antiguas de los hombres de la antigüedad. Recibido de ellos amorosamente, me nutro de aquel alimento que es privativamente mío, y para el cual nací. En esta compañía, no me avergüenzo de hablar con ellos, interrogándolos sobre los móviles de sus acciones, y ellos, con toda humanidad, me responden. Y por cuatro horas no siento el menor hastío; olvido todos mis cuidados, no temo la pobreza ni me espanta la muerte: a tal punto tutto mi trasferisco in loro...

viernes, 19 de octubre de 2012

NÚMERO CINCO

No, no es Chanel.
Es el nuevo número de La Caja de Pandora que se puede descargar AQUÍ.
Doctores chiflados, científicos locos, genios incomprendidos, malvados sin escrúpulos, iluminados... y no, tampoco me refiero a la campaña electoral que nos tortura por estas tierras. Es el estimulante contenido de la aventura de un grupo de frikis entre los que tengo el honor de contarme.
¡Que la disfrutéis!

sábado, 13 de octubre de 2012

CARO MAESTRO


No es verdad eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Esa idea, no sólo le cierra la puerta al impredecible futuro, sino que convierte lo que nos queda de vida en un charco de nostalgia y un absoluto aburrimiento. Sin embargo, cuando veo películas como Il Conformista de Bernardo Bertolucci, me doy cuenta de cómo echo de menos el cine.



 El cine poesía, el cine de miradas, de luces y sombras, el cine de palabras justas, de movimientos geniales, el cine de complejidades diáfanas, el cine que se compromete con el tiempo y con la historia, el cine que se compromete con el arte por encima de todo: el cine.



Il Conformista (1970) fue uno de los primeros films de Bertolucci y al verlo otra vez después de tanto tiempo, compruebo que buena parte de mi educación cinéfila se la debo al maestro de Parma. Porque en esta cinta están, no sólo las semillas de su filmografía posterior, sino el legado de otros grandes como Passolini, Visconti o Fellini. Y también están el descarnado retrato de la burguesía, la absurda megalomanía del fascismo, la locura, la decadencia, la crueldad del ser humano. Está París y está Roma. Está la belleza indescriptible de Stefania Sandrelli y Dominique Sande...


Espero obtener del cine todavía muchas horas de placer y de sorpresa. Pero mientras tanto, me quedaré con la última mirada de Jean Louis Trintignant interrogando al impredecible futuro.

viernes, 5 de octubre de 2012

TÍO MIGUEL


Se ha muerto mi tío Miguel. Durante mi infancia no tuve demasiado trato con él. Recuerdo algunas cartas manuscritas en Navidad, fotos en blanco y negro de unos primos que no llegué a conocer hasta hace bien poco y referencias vagas de sus andanzas por la península, de ciudad en ciudad, de obra en obra.
Era un hombre corpulento y bruto hasta en la ternura y el cariño con los que sabía envolverte sin muchas contemplaciones. Simpático y malhablado como dicen que era su padre, al que apenas conoció.     Hoy hubiese cumplido 85 años, por poco lo consigue. Desde que murió su mujer, la dulce Matilde, que soportaba con una sonrisa la retahíla de santos del cielo que bajaban en todos sus juramentos, la vida no fue lo mismo para él. Algo tiraba de su cuerpo hacia la tierra con una mansa terquedad.
La historia de mi tío, como la de mi padre o la de mi abuelo, no es una historia especial, es simplemente la historia de unos años de guerra, miseria y soledad.
El abuelo Celestino llegó desde Espinardo, como tantos otros campesinos hambrientos, a buscar fortuna en la Barcelona de principios de siglo. Allí se casó, alquiló una casa pequeña, de planta baja y patio trasero donde ahogar la nostalgia del campo entre pitillo y pitillo. La casa se llenó pronto de niños que correteaban por las Corts entre solares y huertas. Su último trabajo fue en una metalúrgica: la Maquinista General, dedicada a fabricar armas y municiones para el gobierno de la República, en plena guerra civil. Murió en un bombardeo. La abuela Isabel, desapareció silenciosamente a los poco meses devorada por  la tuberculosis. El pequeño Miguel fue el único que la había visto escupir sangre algunos días antes.
Reconstruyo con trazo grueso la pintura del pasado que me llegó un día de boca de mi tío. Odiaba a las hermanas del orfanato que les habían rapado el pelo a él y mi padre, odiaba la voz macilenta con la que cerraban la puerta llamándoles "hijos de rojos". Pero se reía, se reía contando la felicidad con la que saltaban al patio donde las monjas tiraban la basura para darse un festín de mondas de plátano. Se reía al contar cómo todos los lunes, la avenida del carrilet se llenaba de niños esperando recoger piedras de carbón que algún maquinista de la CNT, compañero de su padre, tiraba a las vías. Soltaba sus exabruptos con mirada maliciosa relatando cómo mi padre se metía en su cama cuando tenía frío y cómo él lo dejaba, aunque amaneciese empapado de las meadas de aquel pequeñajo. Y mi padre sonreía también al oírle contar por milésima vez la misma historia. Después, se quedaban los dos en silencio, pensando en el tibio calor de familia que los envolvió a pesar de todo, aunque sólo fuese un instante.
Ayer un sol otoñal calentaba las avenidas del cementerio. Era un día luminoso y abierto, de lo más inapropiado para el dolor o el llanto. Cuando los operarios acabaron de colocar la lápida cerrando el nicho, sentí que hubiese necesitado un poco más de tiempo. Sólo un poco, para oírle contar una vez más sus historias entre mecagoendiós y dame un abrazo nenica. 
Seguro que hay un cielo para los hijos de los rojos, lleno de los pañitos de ganchillo de la dulce Matilde y mi tío estará de puta madre, por fin.

lunes, 1 de octubre de 2012

TU, MIO




Caminar por el borde de un verano, al lado del mar, mantener el equilibrio sin regresar a una infancia demasiado lejana o caer en una madurez llena de incógnitas que ningún adulto quiere desvelar:  
Lo primero que me dijo fue que buscar respuestas de los demás era como calzarse zapatos de otros, que las respuestas uno se las debe dar a sí mismo, a medida. Las de los demás son zapatos incómodos.
  

Llegar hasta el misterio de una intimidad desconocida:
El mordisco de la morena había dejado un dibujo de agujeros, una escritura clara sobre la piel oscurecida. Ella colocaba su mano justo allí y aquel era el gesto más íntimo que me había sido concedido por una mujer. Tocaba la superficie del dolor, una presión limpia capaz tanto de despertarlo como de adormecerlo. Estoy aquí, decía su mano sobre la herida, durante toda la música te acompaño lejos y sostengo el dolor  en  la mano.

Comprender a través del otro el verdadero sentido de tu existencia:
Caia se apoyaba en mi brazo y yo estaba tan cerca que tenía sus cabellos a un palmo de los ojos. Ella miraba a ratos la película, a ratos hacia arriba, hacia la noche que hacía de techo al cine. Se evadía de la historia echando la cabeza un poco hacia atrás, acencándola a la mía. Entonces yo apoyaba la frente y mientras ella abría los ojos a la oscuridad de la noche, yo los cerraba sobre su nuca. Escuchaba el latido de mi vena en la muñeca que le sostenía la cabeza. Sentía el vacío alrededor, éramos un racimo de uvas maduro que estaba a punto de ser arrancado. Pero el racimo tiembla con la llegada de los vendimiadores, la espiga vibra de dolor con el rumor de la hoz que se acerca, nosotros no, estábamos quietos y tensos esperando la mano que nos habría arrancado de aquel verano para hacer de nosotros el fruto de una cosecha.

Reconocer el mundo y el tiempo que te ha sido usurpado por la muerte y el silencio:
He crecido con tu dolor, y antes de encontrarte he pasado un año preguntándole a los libros en qué siglo estaba y sobre qué tierra pisaba. Encontrarte ha sido como el sol que levanta la piel y la áspera roca que endurece la planta de los pies. Has hecho crecer una corteza sobre la mía, me has dado la entrada en el mundo llamándome tuyo.


Intentarlo:
Batieron las ventanas, detrás de mí, voces, gritos, yo ya en medio de la calle corría a favor del viento, rápido, ligero, con la oscuridad que me cubría la espalda y un perro a un lado de la calle que me esperaba para correr a mi lado y detrás de mí explotaba un fuego que no podía corregir el pasado.
Tu, mio. Erri de Luca (Traducción: Lula Fortune)


lunes, 24 de septiembre de 2012

ESTAMPAS GRIEGAS (FIN)


 

HACER LA MALETA
La terraza de la casa de Porto Ennia azotada por todos los vientos del universo, pero refugio seguro en las noches cálidas de estrellas fugaces. Los prismáticos de Giorgos con los que espiar el escaso ir y venir de barcos pesqueros. El olor a leña que subía todas las noches de la casa del vecino, Gregoris. La fonética cristaliana de la lengua griega cuando parecía que ibas a entender de un momento a otro... pero no.


Las ruinas: Las puertas de Micenas, por donde salió Agamenón en busca de Helena. Corinto  y los árboles que me salvaron de la canícula asfixiante, la imposible fortaleza de Acrocorinto. Delfos y Alejandro Magno agarrando el pescuezo de la sacerdotisa hasta oírle decir lo que esperaba: "Serás inmortal". La melancólica mirada del auriga. El desolado túmulo de Maratón. Abrojos y lagartijas y la difusa emoción de la cultura.







Nauplia. La encantadora pensión Marianna, llena de naranjos y limoneros, donde daban ganas de quedarse a desayunar para siempre.




El teatro de Epidauro y el grupo de japonesas disparatadas que improvisó una hermosísima canción capaz de hacerse con el silencio.


Una noche de tormenta en el Gran Paseo de Atenas y la luz del vendedor de maíz acompañando la soledad de la Acrópolis.


Los cuerpos desnudos de aquellos dos muchachos zíngaros (juventud, encanto descarado de la vida) en la pequeña cala donde solía bañarme. El sabor del mar entrando por todas partes con el erizo que me hizo probar un lacónico pescador, clavadito a Sean Connery.


Los vendedores ambulantes en las calles de Plaka y el recuerdo de la pobreza frente a los restaurantes.



La luna.



Tuve que abandonar mi sombrero para no pagar exceso de equipaje.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

HÉROES


Con estrépitos de músicas vengo,
con cornetas y tambores.
Mis marchas no suenan sólo para los victoriosos,
sino para los derrotados y los muertos también.
Todos dicen: es glorioso ganar una batalla.
Pues yo digo que es tan glorioso perderla.
¡Las batallas se pierden con el mismo espíritu que se ganan!
¡Hurra por los muertos!
Dejadme soplar en las trompas, recio y alegre, por ellos.
¡Hurra por los que cayeron,
por los barcos que se hundieron en la mar,
y por los que perecieron ahogados!
¡Hurra por los generales que perdieron el combate y por todos los héroes 
                vencidos!
Los infinitos héroes desconocidos valen tanto como los héroes más 
                 grandes de la Historia.
Walt Whitman


sábado, 15 de septiembre de 2012

ESTAMPAS GRIEGAS 5



HIDRA
¿Qué sería de Grecia sin las islas? Sin puertos al abrigo del enloquecedor meltemi, sin rincones encalados donde estallan las flores, sin calas de agua transparente, sin muchachos bronceados que se lancen al abismo, sin aceitunas rellenas de almendras, sin marineros que te hablen en tu lengua, sin un tabernero que se llame Aquiles, sin atardeceres irreales, sin gatos dormitando en los portales, sin veleros  cruzando lentamente la línea del tiempo......











¿Qué sería de Ítaca sin la mirada apasionada de Ulises?