sábado, 29 de octubre de 2011

¿SE PUEDE AMAR A LA LLUVIA? (y 4)

Hay una lluvia hostil que avanza imperceptible a través del invierno. Es una lluvia cotidiana, que cae sin sorpresa ni sobresalto, sin violencia ni ruido. Va llenando los días de charcos oscuros, ocupa las horas, se adueña del cuerpo como una enfermedad terminal y nunca, nunca duerme.
Es un agua carcelaria que te cerca sin descanso en la desesperanza, que borra los contornos de las cosas, que oculta la plenitud de las islas sobre el horizonte.
Inmovilizada la vida, le resulta demasiado fácil adueñarse del futuro. Necesitamos defendernos de ella con uñas y dientes para que no se lleve también, en su turbia corriente, todos nuestros recuerdos.
No, no me gusta la lluvia cuando se queda dentro de mí.

viernes, 28 de octubre de 2011

¿SE PUEDE AMAR A LA LLUVIA? (3)


Existe un agua diminuta que se hace cómplice de nuestros sueños. Se desliza con suavidad por un cristal empañado en medio de la tarde. Es una lluvia escudo que reverbera en cada gota conjurando los fantasmas del olvido, deteniendo el tiempo en la ventana.
Nos trae en sus gotas el reflejo de los viejos paquebotes anclados en el puerto, de tierras lejanísimas, de músicas que suenan al otro lado del mundo, de espumas que acarician playas adolescentes. Es una agua furtiva y perezosa, prolífica, protectora, tierna.
Me gusta la lluvia cuando tiene las manos tan pequeñas.

jueves, 27 de octubre de 2011

¿SE PUEDE AMAR A LA LLUVIA? (2)

Hay aguaceros inesperados que te sorprenden en la inconsciencia de la primavera. Caen sobre ti en ciudades lejanas donde no tienes cobijo posible, ni casa, ni paraguas, ni siquiera zapatos. Te pescan con vestidos inapropiados, con la alegría provisoria del viajero que prende su mirada no en el cielo, sino en las esquinas de un mundo nuevo.
El agua cae con un único plan definitivo que tú ignoras alegremente en la penumbra de una taberna, ante una copa de vino. Apenas haces caso del hombro humedecido, cruzas ríos, atraviesas cascadas, te extrañas del pánico ajeno mientras sonríes sintiéndote invencible.
Pero la lluvia sabe. La lluvia conoce tu íntimo secreto y persiste hasta que te rindes al peso acuático de sus armas. Sólo entonces comprendes que tu retirada hacia los refugios secretos de la vida nunca puede ser una derrota.
Me gustan los aguaceros inesperados en ciudades desconocidas.

miércoles, 26 de octubre de 2011

¿SE PUEDE AMAR A LA LLUVIA? (1)

Los temporales tienen algo de literario sturm und drang. La naturaleza se enfurece, enseña sus colmillos de fiera incontrolable. Los árboles convulsos golpean la ventana, el viento desgarra los paisajes otoñales, el mar abre sus fauces hambrientas, el cielo profetiza catástrofes entre destellos salvajes y el agua azota e inunda nuestras vidas. Sobrecogen, intimidan, asustan y ejercen a la vez una atracción hacia el abismo, hacia la destrucción.
Una se queda temblando, con el cuerpo malherido por la lluvia que golpea con saña, que hiere. Sólo al día siguiente nos atrevemos a salir a evaluar los daños, a reconstruir el mundo con resignación, con manos temblorosas y olvidadizas. Y en la resaca de la calma creemos encontrar una nueva oportunidad para la vida.
Me gustan los temporales porque me alejan de la indiferencia.

lunes, 24 de octubre de 2011

BENITO

Galdós andaba mal de dinero. No es que ganase poco; al contrario. Pudo enriquecerse con la pluma, caso no visto hasta entonces en ningún novelista español de su categoría. Quizá era algo manirroto. Tales apuros le obligaron a escribir continuamente, hasta su muerte (1920). Llegado al rango de "gloria nacional", no se le discutía. Sus últimas piezas, aunque aplaudidas en el estreno, se sontenían poco en el cartel. Viejo, casi ciego, Galdós salía a las tablas a recoger los aplausos. Incluso salía demasiado pronto, como si su presencia apuntalase el éxito. Alto, ligeramente encorvado, vestido con un largo gabán, liada al cuello una bufanda blanca, encajados bajo la frente unos lentes negros, don Benito avanzaba por la escena como a tientas, llevado por los actores.
- ¡Ya sale don Benito caracterizado de mendigo! - dijeron una vez a mi lado.
La sala se hundía con los aplausos en viendo al veterano luchador llevarse una mano al corazón para significar gratitud.

Manuel Azaña

viernes, 21 de octubre de 2011

CAMPOS DE TRIGO

¿Será posible que alguna vez volvamos a creer en el ser humano?

BUEN FIN DE SEMANA

lunes, 17 de octubre de 2011

POR LO VISTO

Por lo visto es posible declararse hombre.
Por lo visto es posible decir no.
De una vez y en la calle, de una vez, por todos
y por todas las veces que no pudimos.

Importa por lo visto el hecho de estar vivo.
Importa por lo visto que hasta la injusta fuerza
necesite, suponga nuestras vidas, esos actos mínimos
a diario cumplidos en la calle por todos.

Y será preciso no olvidar la lección:
saber, a cada instante, que en el gesto que hacemos
hay un arma escondida, saber que estamos vivos
aún. Y que la vida
todavía es posible, por lo visto.

Jaime Gil de Biedma

lunes, 10 de octubre de 2011

AULAS

Blanca es ciega. Se sienta en la primera fila con un ordenador portátil que lleva a todas partes. En el silencio de la clase, se oye su tecleo frenético pendiente de una voz mecánica que sale de los auriculares. Antes llevaba gafas, ahora ya no. Sus globos oculares son una masa gris, redonda e inútil. Cuando escucha o pasa sus dedos por los enormes libros de hojas blancas y punteadas de braille, busca con la cara la tibieza del sol en la ventana. Tal vez imagina qué podría ser la luz.
Penda está sentada a su lado. Ha mejorado mucho con el idioma y se aplica con una seriedad infantil que casi conmueve. Pero le cuesta entender muchas cosas, el mundo se amplía para ella a una velocidad vertiginosa, cruel. Las dos se ayudan mucho, aunque hablan constantemente, se ríen y se pelean con algarabía. Tengo que ponerme serio, tratarlas como al resto de sus compañeros y amenazarlas incluso con que voy a separarlas. Pero nunca lo haré. Son dos conchas defectuosas que el mar arroja a la orilla. Penda le enchufa el portátil, la lleva de aula en aula, le da conversación en el recreo y Blanca le pasa los trabajos al ordenador, incluso olvidándose de hacer sus propios deberes.
A su lado están los dos gemelos. Con el tiempo han ido diferenciándose un poco: uno lleva el pelo muy corto y otro muy largo y rizado; uno lleva camisetas con calaveras y otro de baloncesto; uno es desordenado y otro muy ordenado... pero nunca se separan. A pesar de sus diferencias, parece que no encontrasen mejor cobijo en la vida que su proximidad genética. Siempre tienen la mano levantada, siempre quitándote la palabra de la boca. Sus cerebros son como esos mercadillos de anticuarios donde se amontonan baratijas y tesoros que nadie se molesta en ordenar.
Detrás, tumbado en la silla, con la riñonera atravesada en el pecho, un pendiente brillante en la oreja, un piercing en el labio y la gorrilla echada hacia atrás, está David.
Dora se sienta un puesto más atrás. Parece mirar hacia delante con atención pero en realidad aguza el oído hasta que oye el run run de la moto de su novio que viene a verla todos los recreos. Se besan a través de la verja durante treinta ininterrumpidos minutos.
Nico sigue con su mirada huidiza e insondable. Con ese apartamiento extraño de la vida y de las personas que lo hacen candidato a cualquier reacción inexplicable. En la mesa, su colección intocable de insectos disecados. A su lado, Miguel llena el cuaderno de dibujos manga, todos iguales, con obsesiva perfección de orfebre. Delante, los hermanos colombianos flotan en un mundo que no comprenden. Llevan ya varios años en el país, pero siempre parecen recién llegados, como si su nave espacial acabara de aterrizar en el planeta.
Los miro uno a uno, con atención, con cierto desánimo y bajo la mirada al libro. Hoy debería elegir entre Morfemas flexivos o las desventuras del joven Werther, sin embargo, comienzo a hablar del otoño y de la melancolía.

A veces creo que son como esas camadas de gatos que pueblan los solares abandonados. Y yo, el viejo loco que les coloca cada día un plato de leche sobre los escombros.
Recibe un fuerte abrazo, mi querida Lula.
Lucas Tanner

jueves, 6 de octubre de 2011

ALLEGRO

Después de un día negro toco a Haydn
y siento un humilde calor en las manos.

Las teclas obedecen. Golpean dulces martillos.
El acorde es verde, vivo y sereno.

El acorde dice que la libertad existe
y que alguien no le paga impuesto al césar.

Me meto las manos en los bolsillos haydn
e imito a alguien que contempla el mundo con serenidad.

Izo bandera haydn, eso quiere decir
"No nos rendiremos, Pero queremos paz".

La música es un edificio de cristal en la ladera
donde vuelan piedras, ruedan piedras.

Y las piedras atraviesan la casa rodando
pero todos los cristales quedan intactos.

Tomas Tranströmer
Premio Nobel de Literatura 2011

lunes, 3 de octubre de 2011

PALABRAS

Una vez leí en alguna parte una frase que decía algo así como que somos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestro silencio. Siempre he sido una parlanchina incurable, aún a riesgo de decir inconveniencias o ser considerada una bocazas. Como diría mi tía Carmen: "Esta niña no calla ni debajo del agua".
Sin embargo, hay veces que la melancolía te atrapa como un paisaje vacío cuyo misterio necesitas descifrar. Y te quedas ahí, frente al horizonte, embrujada por lo desconocido, un poco anestesiada ante la vida. Por no valer, no te valen ni las palabras ajenas, ni la literatura, ni los lugares comunes, ni los tópicos, ni nada.
Rebuscas en el fondo de los bolsillos una piedrecita, una moneda, un ticket olvidado, un pequeño tesoro que signifique algo, pero te das cuenta enseguida de que no hay nada que pueda mejorar ese silencio.
Y entonces consuela un poco saberte dueña de los yermos, de los desiertos, del mar, de la noche, de los amaneceres insomnes... dueña de un mundo en el que todo está por nombrar.