miércoles, 30 de noviembre de 2011

LEV NIKOLÁYEVICH

Y es que no he visto en Rusia nada tan grandioso y conmovedor como la tumba de Tolstói. Se halla este lugar de peregrinaje en un paraje apartado y solitario incrustado en el bosque. Un sendero estrecho conduce hasta el túmulo, que no es más que un cuadrado de tierra amontonada que nadie cuida ni vigila, excepto la sombra que sobre él proyectan unos cuantos árboles altísimos. Según me contó su nieta ante la tumba, los había plantado el propio Tolstói. Su hermano Nikolái y él de pequeños habían oído decir a una mujer de pueblo que el trozo de tierra donde se plantan árboles se convierte en un lugar de felicidad. Y así, medio jugando, plantaron cuatro brotes. Sólo mucho más tarde, ya anciano, se acordó de aquella promesa maravillosa y acto seguido manifestó su deseo deser enterrado bajo aquellos árboles que él mismo había plantado (...).
Ninguna cruz, ninguna lápida, ningún epitafio. El gran hombre que, como ningún otro, había sufrido por su nombre y por su fama, fue enterrado anónimamente, igual que un vagabundo encontrado por casualidad o un soldado desconocido. Nadie se ve privado de acercarse a su tumba; la pequeña valla de madera no está cerrada. Nada guarda la quietud de aquel hombre inquieto, salvo el respeto de los hombres. (...) esta tumba conmovedora en su anonimato, magnífica en su silencio, perdida en medio del bosque y rodeada sólo del susurro del viento; sin mensaje, sin palabras.
El mundo de ayer. Stefan Zweig

lunes, 28 de noviembre de 2011

CARNAGE

¿Qué ocurre cuando alguien nos arranca la máscara de civilización de un zarpazo? Pues ocurre que el mundo se convierte en un ring enloquecido donde todos luchan contra todos, donde cualquier esfuerzo por reconducir la moral, la verdad, la honradez e incluso el compromiso personal, acaba convertido en un acto patético, hilarante, absurdo y hasta angustioso.
Genial el guión de Yasmina Reza, genial la vitalidad de Polanski, genial el pulso firme con el que los actores nos despeñan hacia nuestra propia terrible realidad: "Nacemos solos y morimos solos. ¿Alguien quiere un whisky?"

lunes, 21 de noviembre de 2011

viernes, 18 de noviembre de 2011

SIGH NO MORE

Querido William, querido Kenneth...
BUEN FIN DE SEMANA

lunes, 14 de noviembre de 2011

EL HOMBRE IMPACIENTE


Gracias, Ana Bande

Soy una recién llegada a Stefan Zweig. Curioseo en el vestíbulo de su obra con la emoción de saberme en un lugar prolífico, prometedor. Me reconforta comprobar que la casa es grande, diáfana, llena de habitaciones que todavía puedo descubrir. No hay demasiados lujos ni ostentaciones superfluas, en el aire flota un encantador aroma de cocina burguesa donde se amasa el pan con manos pulcras. Suena una suite de Bach que se queda prendida en viejas fotografías de fin de siglo: París, Viena, Berlín. Fotografías de trenes y viajeros que sonríen a la cámara con entusiamo juvenil.

Asomo mi curiosidad al silencio de su biblioteca donde tantos nombres desconocidos para mí intentan explicar, una y otra vez, el misterio absurdo de la existencia.
Él está allí al fondo, en el jardín, ensimismado en los arces otoñales y no me atrevo a molestarlo. Voy acumulando preguntas sin respuesta y desaprendiendo lo poco que creía saber sobre el ser humano. Observo atentamente su mirada inquieta y salvajemente viva, su tierna sonrisa de hombre bueno, por si alguna vez, dentro de mucho tiempo, acaso pueda convencerme de que no hay nada que entender.
Observo los pequeños detalles de la vida, que al final, son lo único que nos pertenece: una modesta mesilla, un vaso de agua, una pañuelo arrugado, una caja de fósforos, unas monedas, unas serenas palabras de adiós...


Antes de dejar la vida por propia voluntad, con la mente lúcida, me impongo la última obligación: dar un cariñoso agradecimiento a este maravilloso país, Brasil, que propició, para mí y para mi obra, tan gentil y hospitalaria guarida. Cada día aprendí a amar este país, más y más. En ningún lugar podría reconstuir mi vida ahora que el mundo de mi lengua está perdido y mi hogar espiritual, Europa, autodestruído. Después de 60 años se necesitan fuerzas descomunales para empezar todo de nuevo. Las que poseía fueron extirpadas en estos largos años de desamparadas peregrinaciones. Así, en el momento adecuado y obrando con rectitud, encontré mejor concluir mi vida, en la cual, la labor intelectual fue la más pura alegría y la libertad personal el más preciado don sobre la tierra.
Saludo a todos mis amigos. Ojalá les sea dado ver la aurora de esta larga noche. Yo, demasiado impaciente, me voy antes. Stefen Zweig.

viernes, 11 de noviembre de 2011

domingo, 6 de noviembre de 2011

NO VOLVERÉ A SER JOVEN

Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.

GIL DE BIEDMA

miércoles, 2 de noviembre de 2011

RILKE

Era pequeño, no muy agraciado, la cara abotargada, ancha la nariz, como de boxeador, labios llenos, oscuros, y un bigote casi como de pega, de carnaval o broma (...).
Tenía una caligrafía clara y limpia, casi sin correcciones, y un cuaderno que llevaba en el bolsillo de su chaleco de satén negro, siempre abotonado hasta arriba como un banquero. Eso y una tendencia a hacer planes que nunca llevaba a cabo: dedicarse a la egiptología, aprender a montar a caballo, estudiar medicina... Así anduvo de aquí para allá: Alemania, Francia, Rusia, España, viajero empedernido. Después vino la guerra, y lo hicieron soldado, de refilón. En París, entraron en su casa, y subastaron sus bienes, por pertenecer a un súbdito enemigo, pequeñas mezquindades de la historia: cuadros, cartas, muebles (...).
Y cuenta la leyenda que un día, en el jardín, preparando un ramo para una amiga, se pinchó en un dedo con una espina. Y que la infección agravó la leucemia que sufría, y que de eso murió: de una espina de rosa. No se sabe si es cierto. No creo que le importara. En su epitafio dice:" Rosa, oh contradicción pura, placer, ser el sueño de nadie bajo tantos párpados"
Jesús Marchamalo