Llegamos a Malpensa con la curiosidad y la inquietud de saber cómo o quién nos recibiría. Pronto salimos de dudas: nada más traspasar la puerta de Arrivi (Llegadas) allí estaba Ivana Morlacchi, diminuta, elegante, educada y perfecta, acompañada de su mamma que, embutida en tremendo abrigo de visón, sujetaba un cartel con la palabra Comenius. Y si algo he traído de este viaje, además del fruto del trabajo, ha sido el calor humano, la cordialidad con que se afanaron en arroparnos del frío invierno milanés.
De izquierda a derecha: la Morlacchi y Giovanna.
La Morlacchi, como la llamaban sus colegas, era una mujer silenciosa y amable, que se deslizaba como un colibrí con sus trajecitos de chaqueta y sus tacones de vértigo por los pasillos del Enrico Fermi. De discreta y eficiente presencia, siempre tenía una sonrisa preparada y una palabra cálida dispuesta para ti.
Annia venía de Alemanía (y perdón por el ripio) era desgarbada, simpática y aficionada al chianti. Fue la primera en romper el hielo al preguntar si George Clooney estaría en el Lago di Como para recibirnos.
El último de este encuentro en la cumbre fue nuestro querido Leos. El chico checo, como le llamábamos bromeando, fue nuestro fiel acompañante durante toda la semana. Se emocionó con Italia, con el proyecto y con las jóvenes ayudantes de la Rossetti, todo hay que decirlo. Estaba feliz, exultante; y cuando nos despedimos, con verdadera emoción, solo nos dejó ir bajo la promesa de visitarlo en Praga la próxima primavera.
De izda. a dcha.: mi colega Esther, la Rossetti, Annia y Leos.
Resultaría larguísimo seguir nombrando a todos aquellos que se mantuvieron atentos a nuestras necesidades, pero también injusto no mencionar a Stefano e Ilaria, nuestros magníficos cicerones en Milán; a Giovanna y Sara que disfrutaron con nosotros de un cálido atardecer a orillas del Lago di Como; a Alexia y su desbordante alegría, a Ana, a Alexandra...
Ilaria y Stefano junto a Esther y Leos en Milano.
Sara, Esther, Leos y Giovanna en el Lago di Como.
Han sido días intensos, agotadores, llenos de caras amigables, de sonidos en distintas lenguas, de obtusos formularios europeos, de tormenta de ideas, de ilusión, de pizzerías olorosas, de improvisadas lecciones de checo, de viajes en tren, de heladas mañanas invernales y... por qué no, de felicidad.
8 comentarios:
Claro, de felicidad... ¿por qué no?
Se echa de menos a una tal Lula en las fotos ¿No?
Si, yo digo lo mismo. Muchas fotos y mucha gente en ellas pero a la Señorita Lula no la vemos por ninguna parte.
Bueno, ese es el triste destino de los fotógrafos: su obra pasa a la posteridad, sus caras no. Además ¿quién os dice que no estoy por ahí camuflada? ja, ja, ja.
...qué aburrío debe ser irse tan lejos a trabajar! Y encima con tanto frío!
Lo "aburrío" es quedarse aquí, querido Carrasquillo. Total, si hay que trabajar, se trabaja. Que no se piensen los centroeuropeos que aquí no curramos. Pero a la hora de divertirse, también hay que demostrar que somos la caña.
Besos cálidos.
Uiii que bien lo pasarías, me enteré tarde de tú escapada, pase unos días raros la semana pasada.
Y que tal las compra??...supongo que con tanto trajín no te compraste nada de armani no?...pero probaste el famoso escalope a la milanesa??
besitos a la madrileña
Hola Lula, cada vez que veo la primera foto me entra frío mira.
Espero que este encuentro haya sido fructífero a tope, ahora con tantos amigos y conocidos en Italia irás más amenudo, ya lo verás.
Besos ¿Dónde estás niña?
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