lunes, 27 de junio de 2011

EL SECRETO DE MIS OJOS (2)

Comenzó a hablar con un tono pausado y enérgico a la vez. Sabedor de la necesidad de ganarse al auditorio, de crear ese clima de pequeña complicidad que se afianza a través del relato burlesco de las desgracias personales.
Confieso que mi llegada a España ha sido un poco "movidita". Ayer salí de mi casa, en las afueras de Roma, con dirección al aeropuerto. Cuando me dispongo a hacer el check-in veo en mi pasaporte la foto de una mujer muy guapa: mi mujer. Había cogido el pasaporte de mi mujer. En ese momento echo mano del carné de identidad: caducado desde hacía cuatro años. El siguiente documento que rebusco en mi cartera, el carné de conducir, carece de validez internacional. Ya desesperado, saco mi tarjeta Sanitaria, el carné de la biblioteca... Imposible. No había nada que hacer.
La señorita que me atendía, una especie de mastín, se mostraba inflexible. Entonces pensé que tal vez se tratase de una posible lectora, podría identificarme, comprender la urgencia de un escritor promocionanado la traducción de su libro. Pensé que la literatura podría salvarme. Pero no fue así: la señorita resultó ser un mastín ignorante.
Aunque a pesar de todo, debo decir que lo conseguí. No me dejé vencer por el ansia en la que sucumben muchos de mis personajes. Con el paso de los años me he convertido en una especie de fatalista. Regresé a casa, cogí el pasaporte correcto y después de perder tres aviones, aquí estoy, dispuesto a responder a todas sus preguntas.

Y allí estuvo, casi una hora, contestando las preguntas de los periodistas, con esa mezcla de ironía y amabilidad tan suya. Cuando terminó la conferencia de prensa, permanecí en un discreto segundo plano, mordiéndome las uñas mientras la responsable de la editorial se acercaba y le susurraba algo al oído. Es ese el momento en el que lo ves todo negro. En el que tienes la certeza de que el No es la única respuesta posible, en el que sientes, incluso con una mezcla de decepción y alivio, que todo ha terminado. El momento en el que Ammaniti se levantó de la mesa y caminó hacia donde yo estaba...
¿Queréis saber que pasó? Pues no habrá más remedio que esperar a que salga el nuevo número de la Caja de Pandora.

1 comentario:

David dijo...

¡Qué despistes, señor!
A mí estas cosas no me suelen pasar (porque son tan raras las veces que cojo un avión... no como otras!)... que claro, tengo todo más o menos bien preparado.
Saludito.