Fue César Vallejo el que predijo su muerte: en París, con aguacero, "tal vez un jueves, como es hoy, de otoño"... Hace dieciséis años, era jueves también, llovía también, y el verano de entonces, como el de ahora, se parecía más a un otoño suave que a una estación florida y exultante.
Ella recordó estos versos camino del hospital. Estaba tranquila, convencida de que todo iba a salir bien, como así fue. Todo sucedió de forma tan rápida, tan dulce, que apenas le dio tiempo a recomponer su cabeza. De pronto estaba allí, mirándola: redondita y sonrosada, tranquila, dormilona, innegociablemente hambrienta.
Cuando piensa en ella, no puede apartar de su cabeza las imágenes del pasado, detenidas para siempre en veranos cálidos. Cuando la imagina, la ve siempre detrás de sus mejillas saludables, de sus bucles dorados, de su tierno abrazo diminuto. Siempre quiso ser mayor, más alta, más delgada, más guapa, ponerse tacones, vestidos de fiesta, bailar hasta el amanecer...
Ahora le encanta Woody Allen, adora a Amy Winehouse, a Billie Holiday, a Beyoncé. Se sabe de memoria los diálogos de Grease, los pasos de baile de Cantando bajo la lluvia, su película preferida es el Gran Lebowsky y algunas noches deja su ventana abierta soñando con algún superhéroe que venga a rescatarla...
Ahora que es más alta, más guapa, más delgada, lleva tacones, vestidos de fiesta y baila hasta el amanecer... ella piensa que ya no puede hacer más que ver como se aleja con ímpetu hacia nuevos y desconocidos deseos.
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