domingo, 1 de junio de 2008

LUVARIA ULISSES



Dicen que "traductor" y "traidor" tienen el mismo origen etimológico y sin duda debe ser cierto. Me ha resultado extraño, trabajoso y difícil, muy difícil mantener el sentido, ritmo y fluir de las palabras. No quiero darle más vueltas, aquí está el fruto de mi traición:

(Relato incluído en el volumen Bisogni. Racconti fuori confine)
La primera vez, lo reconozco, sentí un poco de verguenza. Yo era muy joven e inexperta, pero el deseo, perseguido desde hacía tiempo, pudo más que la natural timidez. Así que después de inspirar profundamente, entré.


Las reducidas proporciones del local me intimidaron un poco y aquel hombre -ni muy joven ni muy viejo, ni muy feo ni muy guapo, ni mal ni bien vestido- me había paralizado. No sabía qué decir, ni qué hacer.
En ese momento, con eficiente frialdad, el hombrecillo me cogió la mano. La giró entre las suyas como un objeto muerto, observando con ojos brillantes alguna cosa que parecía vetada a mi inteligencia. Quizás fuese mi indecisión, quizás su desenvoltura, pero las cosas sucedieron con tan absoluta normalidad que no puedo decir, honestamente, que fuese desagradable: al contrario, fue ligero y rápido, sutilmente placentero.


Después, aquel hombre extraño desapareció como una exhalación tras una puerta-espejo. Fue entonces, en los breves minutos en los que me quedé sola, cuando reparé en el lugar: centenares de cajas marrones con etiquetas blancas se amontonaban hasta un techo de lejanas y hermosas molduras. Detrás de mí, una pared de espejos dividía la pequeña estancia en la que me encontraba de una incierta y oscura escalera.

En cuanto regresó, vi que traía unos extraños instrumentos junto con una gran caja. Lo colocó todo delante de mí lanzando una mirada de profesional suficiencia . Será mejor relajarse, pensé.
Entonces, comenzó a enseñármelo todo: los había marrones, azules, verdes, rojos, algunos negros. Con pespuntes, lazos, aberturas, cremalleras. Todo de suave y finísima piel.
Elegí sin mucha precisión para acabar cuanto antes algo que, decididamente, me incomodaba pero aquello no había hecho más que empezar.
Un rito inquietante y desconocido, cumplido con extremo cuidado, se materializó ante mis ojos perplejos. En primer lugar, llenó los que yo había elegido con unos olorosos polvos de talco que salían, como en un sueño, de una sutil perita. Con la precisión de un cirujano sacó después una especie de puntero de madera que blandió ante mí. Tragué saliva.
En ese momento comenzó a meter el puntero por cada abertura. Una vez dentro, lo abría y cerraba con aprendida rotundidad, metódicamente, con ritmo y precisión. La piel resistía débil, con un inaudible rechinar. Llegaba el final.
Aquel hombre singular dispuso poco después un pequeño cojín sobre la mesa y me hizo un gesto con la cabeza. No lo entendí. De nuevo actuó con diligencia al cogerme el brazo, apoyó mi codo sobre el cojín y procedió: con delicadeza, sin mover un músculo de su inexpresiva cara, fue metiendo dedo a dedo, haciendo resbalar la piel hasta el fondo. Una piel que se hacía mía, que se fundía y entregaba solo para mí.
, dije , sin saber a qué pregunta respondía. La cabeza me daba vueltas de satisfacción y placer.



Puedo afirmar, que ya entonces, sentí que había sido tocada por la varita mágica de un inusual y decadente rito en vías de extinción. Con el corazón latiendo sin freno salí a la calle, invadida por el deseo, poseída por el nerviosismo de saberme rendida a una insaciable adicción.
Esperé durante meses mi viaje anual a la ciudad para consumar mi vicio secreto, para traspasar la diminuta puerta de mi perdición. Ninguna novedad me dejó indiferente, ninguna forma o color me fueron ajenos, ningún precio fue considerado excesivo.
Y ahora los contemplo, atesorados como joyas, testigos de mi debilidad, salvados por la avidez de mi deseo, seres únicos de un mundo condenado.



La Luvaría Ulisses existe, pequeñísima, en la rua do Carmo, en una Lisboa que te obliga a la lentitud cuando subes al Chiado. Dos pequeñas vitrinas, con guantes de exquisita piel dispuestos en perfecto orden, dan la bienvenida al insólito comprador.


11 comentarios:

EvitaBlu dijo...

¿Es tu relato?

Que bonito ritual y que delicadeza.
Imagino el olor de la piel mezclado con el de perfume antiguo, elegante.

Y me ha gustado este querer detener el tiempo.

Un bacione

Anónimo dijo...

Una vez al año... puede considerarse vicio?

Fantástico relato, Lula. Me queda el regustillo amargo de haberlo leído conociendo tantas pistas.

Mad Hatter dijo...

Buffff... Lula, hay que ver que guantes más sensuales te compras. Un precioso relato, muy evocador y sugerente, al igual que Eva, yo también he llegado casi a sentir el aroma a piel.

MK dijo...

Eres perversa ...sana , natural , cotidiana y encantadoramente perversa...
Un día te cuento mi primera vez...traspasada la adolescéncia..




...en casa del dentista

Capri c'est fini dijo...

Los traidores también son necesarios en esta Torre de Babel... y del relato, las primeras veces todo es tan diferente y además marcan para toda la vida... la mía fue decepcionante...jejeje un beso.

CARPE DIEM dijo...

Eso de: ten sorte de ter unha amiga coma ti, díxomo él e eu a él (pero creo que era algo así como unha broma). É máis caña, que as cañas de Patos. Un beso.
Carolina;)

Anónimo dijo...

Polo tamaño, é un relato moi breve. Parabéns. O próximo un chisco máis longo... pero sen chegar ás dimensión de "Guerra e Paz", eh.

la rata bastarda dijo...

Si algun dia te animas,Lula,deberias poner en el Blog aquel maravilloso relato que tanto me gusta de los conductores con el brazo en la ventanilla...te acuerdas????? Es genial.

Lula Fortune dijo...

EVA: un altro bacione per te!

CARRASCUS: el vicio no es cumplirlo una vez al año, es vivir todos los días alimentándolo. Si no fueras tan listo, te llevarías más sorpresas. Es lo malo que tiene ser un crack!

MAD: sólo los espíritus delicados como tú pueden apreciar los imperceptibles aromas de la pasión.

MK: cuenta, cuenta...

CAPRI: vamos, cuenta tú también. No se vale dejar con la intriga...

CARPE: outro biquiño para ti.

API: todo o mundo sabe que o tamaño é o de menos ¿non?

RATA: sí, voy a rescatarlo del fondo del "baúl" ;)

El Doctor dijo...

Muy bueno.Eres verdaderamente una caja de sorpresas Lula.

Besos y un fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

La verdad es que sí, Luliña... me estoy convirtiendo en un marisabidillo.