martes, 15 de diciembre de 2009

LA SOLITUDINE

En la serie infinita de números naturales existen algunos números especiales: los números primos, divisibles sólo por sí mismos y por uno. Se distinguen de los demás y han sabido mantener vivo el interés de generaciones de matemáticos a lo largo del tiempo.
Pero dentro de ellos, existen todavía otros números más fascinantes y particulares que los estudiosos han definido como "primos gemelos",  siempre juntos y siempre separados por otro número: el 11 y el 13, el 17 y el 19, el 41 y el 43... A medida que avanzamos en la serie, estos números aparecerán con menos frecuencia, pero incluso cuando hayamos perdido la esperanza de encontrar otro par nuevo, nos tropezaremos con ellos, uno al lado del otro, en sus respectivas soledades.

Es ésta la metáfora perfecta sobre la cual Paolo Giordano construye la historia de Alice y Mattia, dos personas especiales que se encuentran en la misma estación pero viajando siempe en direcciones diferentes. Un hecho traumático sucedido en la infancia, marcará sus existencias de forma irrevocable, hará de ellos seres diferentes pero semejantes en su incapacidad de comunicación, arrastrando cada uno a su manera, ese pasado doloroso en forma de autodestrucción.

La propia estructura inicial de la novela nos va mostrando alternativamente el mundo de Alice y el de Mattia, los efímeros contactos mantenidos desde la adolescencia hasta le edad adulta. Y poco a poco sus respectivas soledades nos van enredando, las frases se entrecruzan, los pensamientos se complican, las elipsis nos depositan en un futuro siempre desolador. 
Mientras, la novela crece en nuestras manos. 
Y vamos entendiendo, por obra y gracia de su autor, las miradas ansiosas y liberadoras de Mattia hacia los bordes afilados de un cristal, la reseca y reconfortante delgadez de Alice. Y comprender todo eso, me parece a la vez, maravilloso y terrorífico.

Es ésta una obra delicada y terrible, introspectiva y atenta a las cicatrices ocultas bajo la manga, a los fracasos nunca confesados, a terribles e irrenunciables secretos. Frente a los adolescentes bellos y perfectos que brillan desde las páginas de otro tipo de ficción, Paolo Giordano nos retrata dos seres imperfectos y marginales sin posibilidad de redención.
Quizás no sea la mejor elección para estos días de invierno, pero algunas veces no se puede elegir.

3 comentarios:

desconvencida dijo...

Buenas noches, Lula... efectivamente, es una de esas lecturas para las que hay que estar preparado, o mejor estar en un momento optimista de la vida para leerlo.... a mi reconozco que se me hizo muy duro leerlo, no por cómo está escrito -evidentemente- sino por lo que contaba...

MK dijo...

Un libro con el que tuve una sensación de tristeza y alivio a partes iguales cuendo lo terminé de leer. Con pasajes que fusilaría sin dudarlo para escribir un post en horas bajas y una pequeña obra maestra que no volveré a leer ,pero que no dudé en regalar a alguien por Sant Jordi ante la certeza de que sabría apreciarlo.

Fernando García Pañeda dijo...

El ansia de mis miradas y mis oídos busca otros destinos, nada liberadores, pero que cada vez me hunden más profundamente en este tiempo-mundo.
Dejaré pasar el invierno...
Besos.