martes, 16 de febrero de 2010

REPÚBLICA CHECA

Durante el viaje que me llevaba a Kladno, mi siguiente destino en la República Checa, fue imposible que dejase de ver aquellos bosques de abedules, blancos, infinitos, sin una imagen preconcebida literaria o cinematográfica. La desolada frontera checa, con aquellas imponentes cabinas verde militar, semienterradas en el blanco gélido me hicieron sentir como una espía a punto de ser desenmascarada por la implacable guardia fronteriza. Aunque allí sólo había un bar muy cutre donde anunciaban  pivo (cerveza) como primera lección del nuevo idioma que se avecinaba.
Y un leve estremecimiento, también, el pequeño aguijón de la Historia cruzándose en trenes, hoy rápidos y compactos, ayer imbatibles y tétricos camino de la muerte más desnuda.

En esta preciosa hondonada, amplia y dulce, hubo en otro tiempo un lugar llamado Lídice, ejemplo y metáfora de tantas otras barbaries cometidas por el hombre. Pero en ésta estuve yo y puedo contarla.
En mayo de 1942, varios militares de la resistencia checa, lanzados en paracaídas con el apoyo británico, asesinaron a Reinhard Heydrich, miembro de las SS y estrecho colaborador de Hitler por aquel entonces. Refugiados en Lídice, decidieron suicidarse antes de caer en manos de sus enemigos. La reacción de führer no se hizo esperar y en lo que hoy es el Memorial de aquel suceso puede leerse la prosa inexpresiva y terrible de sus órdenes: hombres, asesinados; mujeres, deportadas a campos de concentración para su exterminio; niños, los susceptibles de ser reeducados, a centros de las SS, el resto, asesinados; la aldea, aniquilada.

Un extraño y sombrío lugar, Lídice, sepultado bajo la nieve del tiempo.

En Kladno apenas encontré el encanto tierno y abosolutamente subjetivo que despiertan en mí los lugares del antiguo bloque del este. Estuve en la URSS hace mucho tiempo (muchísimo, en realidad), cuando todavía era una URSS famélica de capitalismo. Y aunque nada de eso vi en Chequia, sí que reconocí cierta sobriedad estética sobreviviendo entre los omnipresentes anuncios publicitarios, al lado de los nuevos y coloristas centros comerciales. Grandes avenidas de bloques infinitamente iguales, un diminuto centro peatonal, una iglesia pelada en medio de una plaza...


Praga sólo fue una promesa. Una ciudad hermosa y triste bajo la nieve, recorrida bajo una oleada glacial, imaginada, soñada en otro tiempo y con sosiego. En unas horas apenas pude saborear el aroma de sus calles empedradas, los escaparates llenos de marionetas con ojos hipnóticos o la tentadora calidez de sus cafés. El castillo, la catedral, el puente Charles, la plaza del Orloj (reloj) se llevaron mis pasos, mientras que mis ojos se perdían  en los recodos del barrio judío, en las orillas del río, entre las tiendecitas encaramadas en sus cuestas... 







Y así dejé la ciudad, buscando a Gregorio Samsa entre la muchedumbre para decirle que me encantará Praga, la próxima vez.

Los checos que conocí fueron alegres y humildes, gente que farfulla en una lengua de cálida fonética, palabras de eterna amistad con una jarra de pivo en la mano. Igual que nosotros.
El día de mi marcha caía una nieve suave y algo parecido a un pájaro emitía un ahogado trino, algunos coches cruzaban como cucarachas en la lejana autopista. Poco a poco un tenue resplandor rojizo intentó en vano colorear el paisaje.


Ese fue mi último amanecer en tierra extraña.

4 comentarios:

David dijo...

Jo! Qué fotos más bonitas. Qué fuerte lo de Lídice (no sabía nada de ello). Me ha gustado el post, Lula. Un saludo.

Mad Hatter dijo...

Muy interesante y bello, Lula. Pero después del otoño-invierno que te has chupao en Galicia, ya te podías haber ido a Canarias o al Caribe, porque estos países del Este son como pelín fríos y deprimentes ¿No?
El pivo, sí, así aprendí yo el checo, con una piva que al retirar la espuma con los dedos me salpicaba y hacía ¡Checo-checo-checo!
Besos metafóricamente fáciles.

Fernando García Pañeda dijo...

Aprecio mucha belleza malograda, incluso desesperanza, en esta hermosa crónica de imágenes que hablan.
Saudade centroeuropea.

Ra dijo...

Guau :)