En la época de nuestra juventud, el amor nos parecía un sentimiento poderoso, capaz de transformar una vida. El deseo sexual, que le era inseparable, se acompañaba de un espíritu de aproximación, de conquista y de participación que debía elevarnos por encima de lo meramente material y hacernos capaces de grandes cosas.
Una de las encuestas de los surrealistas más célebres comenzaba con esta pregunta: “¿Qué esperanza pone usted en el amor?” Yo respondí: “Si amo, toda la esperanza. Si no amo, ninguna”. Amar nos parecía indispensable para la vida, para toda acción, para todo pensamiento, para toda búsqueda.
Hoy, si he de dar crédito a lo que me dicen, ocurre con el amor como con la fe en Dios. Tiene tendencia a desaparecer, al menos en ciertos medios. Se le suele considerar como un fenómeno histórico, como una ilusión cultural. Se le estudia, se le analiza..., y, si es posible, se le cura.
Yo protesto. No hemos sido víctimas de una ilusión. Aunque a algunos les resulte difícil creer, hemos amado verdaderamente.
* * *
Al aproximarse mi último suspiro, imagino con frecuencia una última broma. Hago llamar a aquellos de mis viejos amigos que son ateos convencidos como yo. Entristecidos, se colocan alrededor de mi lecho. Llega entonces un sacerdote al que yo he mandado llamar. Con gran escándalo de mis amigos, me confieso, pido la absolución de todos mis pecados y recibo la Extremaunción. Después de lo cual, me vuelvo y muero.
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Sin ilusión sobre la muerte, a veces me interrogo, no obstante, por las formas que puede adoptar. Me digo a veces que una muerte repentina es admirable, como la de mi amigo Max Aub, que murió de pronto mientras jugaba a las cartas. Pero de ordinario, mis preferencias se dirigen a una muerte más lenta, más esperada, permitiendo saludar por última vez a toda la vida que hemos conocido. Desde hace varios años, cada vez que abandono un lugar que conozco bien, donde he vivido y trabajado, que ha formado parte de mí mismo, como París, Madrid, Toledo, EL Paular, San José de Purúa, me detengo un instante para decir adiós a ese lugar. Me dirijo a él, digo, por ejemplo: “Adiós, San José. Aquí conocí momentos felices. Sin ti, mi vida hubiera sido diferente. Ahora me voy, no te volveré a ver, tú continuarás sin mí, te digo adiós”. Digo adiós a todo, a las montañas, a la fuente, a los árboles y a las ranas.
Claro está que a veces regreso a un lugar del que ya me he despedido. Pero no importa. Al marcharme, lo saludo por segunda vez.
Así es como quisiera morir, sabiendo que, esta vez, no volveré.
Claro está que a veces regreso a un lugar del que ya me he despedido. Pero no importa. Al marcharme, lo saludo por segunda vez.
Así es como quisiera morir, sabiendo que, esta vez, no volveré.
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Una cosa lamento: no saber lo que va a pasar. Abandonar el mundo en pleno movimiento, como en medio de un folletín. Yo creo que esta curiosidad por lo que suceda después de la muerte no existía antaño, o existía menos, en un mundo que cambiaba apenas. Una confesión: pese a mi odio a la información, me gustaría poder levantarme de entre los muertos cada diez años, llegarme hasta un quiosco y comprar varios periódicos. No pediría nada más. Con mis periódicos bajo el brazo, rozando las paredes, regresaría al cementerio y leería los desastres del mundo antes de volverme a dormir, satisfecho, en el refugio tranquilizador de la tumba.
Mi último suspiro. Luis Buñuel
5 comentarios:
Mi libro de memorias favorito, desde hace años... es una lectura de lo más amena, Luliña, la he disfrutado tanto que se la he regalado a varias personas...
Eso sí, como curiosidad te recomiendo "Memorias de una mujer sin piano", las memorias de Jeanne Rucar (descatalogadas, pero que encontrarás en alguna biblioteca), la "santa" mujer de Buñuel, sirven para completar la imagen de este aragonés universal...
Ya sabes que yo soy un bruto. Me sacas de Sánchez Dragó y no soy nadie jaja.
En serio, me ha parecido maravilloso pero me preocupa que no me escribas, estás bien niña?
Anda, dime que sí
Yo este creo que lo leí hace muchos años (o lo hojee y ojee mucho, no sé). De todas formas, leía esto y me sonaba todo (no sé si también lo dijo en algún documental o lo había leído).
Me ha gustado el post. Amor, muerte y... periódicos (y encima le gusta poco la información...como a mí).
Un saludito.
En cuanto a la pregunta:
¿Qué esperanza pone usted en el amor?
ahí va esta
Piel de rinoceronte
Si amas el amor,
amas el surrealismo
y si el amor que amas,
es cortés o platónico
es que estimas una forma
chic de la nada.
Si es libertino el amor que amas,
te encontrarás obligado a hacer más de una locura
entre el atardecer y la aurora,
a consultar algún manual de gimnasia
o a leer, con toda naturalidad,
las instrucciones de Ovidio
-no hay que obsesionarse
en acrobacias orientales.
Si amas los amores lejanos,
aquellos que parecen inofensivos,
amarás a la princesa de Tarabulus
que, con un pañuelo de seda,
te espera en la ventana del castillo.
Todo ello una excusa para ir tirando adelante.
Está muy mal la cosa.
DESCONVENCIDA: muchas gracias por la recomendación, como diría Juncal, "tomo nota". El libro de Buñuel es uno de esos libros que van ganando en intensidad con los años ¿o seré yo que envejezco?
Besazos.
CAVALIERE. anda, anda...no te hagas el analfabeto que aquí nos conocemos todos. Besos mil. Sí, estoy, estoy... bien.
DAVID: sí, a mí me pasa con las películas, leo sobre ellas o veo trailers y luego me suenan todas y no sé de qué. De todas formas, el libro bien merece una lectura sosegada. Un abrazo.
FRANCESC: nunca llovió que no escampara...te lo dice una bárbara del norte. Y que no falten los sueños, sobre todo los que se hacen realidad...
Un abrazo.
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