lunes, 31 de enero de 2011

INTELIGENCIA ANDRÓGINA

Releo algunas páginas de este delicioso ensayo dictado en 1928 en la universidad de Cambridge por su autora. Me dejo seducir por ese melancólico encanto inglés de jardines otoñales y, en esta tarde lenta, acompaño con gusto a una desgarbada silueta que reflexiona con ironía sobre la condición creadora de la mujer. Nos quedamos en el umbral de la Biblioteca porque no cumplimos el requisito imprescindible de ir acompañadas de un hombre y mientras damos media vuelta, camino del río, ella me sonríe desde el fondo oscuro de su mirada.

Pero al margen de una necesaria reivindicación de independencia económica (500 libras al año y un cuarto propio, es todo lo que una mujer necesita para crear), al margen de la crítica a la obsoleta sociedad victoriana, existe en estas páginas una interesante consideración del espíritu humano más allá de la evidente diferencia de sexos.

Virginia Woolf llamaba "genio incandescente" a aquella persona capaz de trascender su propia existencia individual para ofrecer en una obra de arte ese brillo imperecedero que ilumina y acerca a los misterios del mundo.
El verdadero creador, el artista, deberá poseer además una cualidad andrógina en su acercamiento y comprensión de ese mundo. Lo femenino y lo masculino componen para Woolf una fusión imprescindible para acercarse creativamente a la realidad, un equilibrio necesario para que la naturaleza humana pueda ser representada en toda su amplitud:

La imagen de la pareja hizo que me preguntara también si no habría dos sexos en el espíritu, correspondientes a los dos en el cuerpo, y si no sería preciso juntarlos para lograr completa satisfacción y felicidad. Y me puse a delinear de cualquier manera un plano del alma en el que dos poderes presidían, uno varón y otro hembra. El estado normal y placentero es cuando están en armonía los dos, colaborando espiritualmente. Hasta en un hombre, la parte femenina del cerebro debe ejercer influencia; y tampoco la mujer debe rehuir el contacto con el hombre que hay en ella. Ésa, tal vez, fue la intención de Coleridge, cuando dijo que una gran inteligencia es andrógina. Cuando se opera esa fusión, la mente queda fecundada plenamente y dirige todas sus facultades. Quizá una mente del todo masculina no puede crear; así tampoco una mente del todo femenina, pensé (...) Quería decir, tal vez, que la inteligencia andrógina es resonante y porosa; que transmite sin dificultad la emoción; que es naturalmente creadora, indivisa, incandescente. De hecho, uno recurre a Shakespeare como arquetipo de la inteligencia andrógina.
Un cuarto propio. Virginia Woolf

2 comentarios:

David dijo...

Sí, bueno... yo antes que a Virginia Woolf, desde que le escuché a Miguelito Bosé que él tenía su lado femenino, yo pensé que no iba a ser menos.
A mi hija ya le digo muchas veces que si no soy su amiguita favorita... y a mi hijo también le digo que la que lleva los pantalones en casa es su madre.
Ah! Que no iba de esto el post, ¿no?
Ya... pero supongo que alguien inteligente se fija en las personas, en los seres humanos, sin atender a comportamientos más o menos masculinos o femeninos.
No sé... Yo no soy muy inteligente, ni como hombre, ni como mujer, ni como andrógino.
Saludito.

Lula Fortune dijo...

No seas tan soberbio con tu ignorancia, David...que tú eres muy listo, pero te gusta disimular.
Pues claro que el post habla de personas, precisamente de eso... la diferencia enriquece y complementa... y esa idea me gusta.
Besos femeninos.