La escribió mi hermana Olivia, hace diez años, el veinticuatro de febrero del 2000. Yo tenía catorce años y ella veintitrés.
Diez años atrás, un frío invierno romano, Lorenzo es un adolescente desesperado por parecer normal, casi diría transparente en su normalidad, obsesionado por mimetizarse en la masa, por pasar desapercibido en un mundo que no comprende. Fingir la amistad de sus compañeros de clase, inventar una invitación a la nieve, evita la preocupación de su madre y lo instala en una transitoria normalidad que le da un respiro.
La realidad es otra muy diferente porque Lorenzo ha preparado cuidadosamente su guarida en los trasteros del edificio donde vive. Latas de comida, patatas fritas, chocolate y cocacola serán junto a sus cómics favoritos y sus videojuegos, la idea más cercana al paraíso. Solo, sin nadie ante quien fingir una normalidad que no siente.
Pero una tarde, su hermanastra Olivia vendrá a desbaratar sus planes para demostrarle que el paraíso o el infierno están dentro de nosotros mismos.
Y diez años después, de nuevo en la estación de Friuli, la nota de Olivia alcanzará el terrible significado que nos hará comprender.
He leído por ahí que esta última novela de Ammaniti se perfila como una novela de aprendizaje: la difícil tarea de convertirse en adulto...pero ¿es que alguna vez aprendemos a serlo? ¿No existe siempre en el fondo de nuestro corazón la necesidad de escaparse lejos de todo, de que nos dejen tranquilos viviendo a nuestra manera?
Es curioso lo que me sucede con este autor, poco o nada traducido al castellano todo hay que decirlo, y que por la misma razón no puedo corroborar con casi nadie. Una empieza a leer sus novelas con la sensación de tener un relato nada excepcional, una sintaxis pelada, unas frases que van esculpiendo el mundo literario con toscos golpes de hacha y sin embargo cuando llegas al final, cuando acaricias la contraportada con un suspiro, la literatura ha brotado poderosa de sus páginas y flota a tu alrededor como un perfume único. Y en esa reflexión posterior, en esa especie de ensimismamiento post-lectura empiezas a descubrir la vibración de una estructura poderosa, el pulso firme de un narrador que domina y engarza los hechos con una cruda lucidez.
Un relato extraordinario, sin concesiones, febril y trágico. Una historia en la que Ammaniti, una vez más, hace brotar la ternura de las situaciones más descarnadas, la insoportable necesidad de ternura que atormenta al ser humano.
Ya sabéis que... io amo Niccolò.
3 comentarios:
Pues no lo he leído, así que no te puedo confirmar nada.
Me has picado la curiosidad con lo que pudo hacer su hermana (¿delatarle ante la madre?) Pobre Lorenzo... Tenía que haberse ido a un Museo, como los niños del libro de Elaine Konigsburg (ese sí quiero leerlo).
En fin... buenfinde, Lula.
Un abrazo ;-)
PD:"¿No existe siempre en el fondo de nuestro corazón la necesidad de escaparse lejos de todo, de que nos dejen tranquilos viviendo a nuestra manera?"
¿En el fondo? En el mío está en la superficie.
A mí me gusta Ammaniti. Lo que he leído de él, al menos. Pero me gusta bastante.
T:FORD: pues me alegro que alguien conozca a este autor y pueda compartir mi gusto por su literatura...yo lo he leído todo, todo, todo... soy una friki compulsiva admiradora rendida de Nicolò. Besos.
Publicar un comentario