Existe un agua diminuta que se hace cómplice de nuestros sueños. Se desliza con suavidad por un cristal empañado en medio de la tarde. Es una lluvia escudo que reverbera en cada gota conjurando los fantasmas del olvido, deteniendo el tiempo en la ventana.
Nos trae en sus gotas el reflejo de los viejos paquebotes anclados en el puerto, de tierras lejanísimas, de músicas que suenan al otro lado del mundo, de espumas que acarician playas adolescentes. Es una agua furtiva y perezosa, prolífica, protectora, tierna.
Me gusta la lluvia cuando tiene las manos tan pequeñas.
3 comentarios:
Esta es la que menos me gusta. Teniendo en cuenta que odio casi todas.
Cuando la lluvia tiene las manos tan pequeñas, lo mejor es abrazar con ellas las palabras de don Mario. O,si no, una vaquita en A Devesa.
Así te quiero, en límites pequeños,
aquí y allá, fragmentos, lirio, rosa,
y tu unidad después, luz de mis sueños.
Publicar un comentario