Tenía una caligrafía clara y limpia, casi sin correcciones, y un cuaderno que llevaba en el bolsillo de su chaleco de satén negro, siempre abotonado hasta arriba como un banquero. Eso y una tendencia a hacer planes que nunca llevaba a cabo: dedicarse a la egiptología, aprender a montar a caballo, estudiar medicina... Así anduvo de aquí para allá: Alemania, Francia, Rusia, España, viajero empedernido. Después vino la guerra, y lo hicieron soldado, de refilón. En París, entraron en su casa, y subastaron sus bienes, por pertenecer a un súbdito enemigo, pequeñas mezquindades de la historia: cuadros, cartas, muebles (...).
Y cuenta la leyenda que un día, en el jardín, preparando un ramo para una amiga, se pinchó en un dedo con una espina. Y que la infección agravó la leucemia que sufría, y que de eso murió: de una espina de rosa. No se sabe si es cierto. No creo que le importara. En su epitafio dice:" Rosa, oh contradicción pura, placer, ser el sueño de nadie bajo tantos párpados"
Jesús Marchamalo
4 comentarios:
O mellor de Rilke foi a súa capacidade para rodearse de mulleres extraordinarias das que lamentablemente non lembramos case nada, Clara Westhoff, Claire Goll, Lou Albert Lasard, etc, etc...un bico a Sailor para que siga remando
Una vida con un final muy triste, pero poético...
Un abrazo
Si cada rosa tiene su espina y cada historia tiene su principio y su final... la de Rilke fue sin duda especial (me parece que acabo de plagiar una antigua canción de "La granja").
Saludos.
ANA: sí, mira que lo pienso... cuántas mujeres inteligentes y excepcionales se ha quedado bajo la niebla del olvido, a la sombre de otros nombres masculinos. Es apasionante encontrarlas. Gracias una y mil veces, Aniña. Bicos
MUCIPA:Sí, no sé si será real o leyenda, pero ¿acso importa? Un abrazo.
LICANTROPUNK:sí, je, je... Es cierto que Rilke fue un tipo extraño, silencioso y sensible, escurridizo, sin una dirección, sin un lugar donde encontrarlo... y ya digo antes que tal vez no muriese exactamente así, pero es de una exquisitez morir por una espina de rosa... ya de morir, seguro que a Rilke no le importará que creamos eso.
Un beso.
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