Carta de Maquiavelo a su amigo Vettori (1513)
En mis tierras me estoy, y desde mis últimas desventuras no he permanecido, juntándolos todos, ni veinte días en Florencia. Me levanto con el sol y me voy al bosque mío que están talando, donde paso dos horas, inspeccionando los trabajos del día anterior y conversando con los leñadores, que siempre tienen algún pleito entre ellos o con sus vecinos…
Y dejando el bosque, me dirijo a una fuente, y de allí al sitio donde dispongo mis trampas para cazar pájaros, con un libro bajo el brazo: Dante, Petrarca, o uno de los poetas menores, como Tibulo u Ovidio. Leo de sus amores y pasiones que, al recordarme las mías, me entretienen sabrosamente en este pensamiento. Tomo luego el camino de la hostería, donde hablo con los pasajeros y les pido noticias de sus lugares, con lo que oigo diversas cosas y noto los varios gustos y humores de los hombres.
Llega en esto la hora del yantar, en el que consumo con mi familia los alimentos que puede dar esta pobre tierra y mi menguado patrimonio. Después de haber comido, vuelvo a la hostería, donde con el posadero están, por lo común, un carnicero, un molinero y dos panaderos. Con ellos me encanallo jugando a los naipes o a las damas, de lo que nacen mil disputas e infinitas ofensas y palabras injuriosas, y lo más a menudo se combate por un centavo, y hay veces que desde San Casciano se nos oye gritar. Y en esta piojería he de zambullirme para que no acabe de enmohecérseme el cerebro, y para desahogar esta malignidad de mi suerte…
Al caer la noche, vuelvo a casa y entro en mi estudio, en cuyo umbral me despojo de aquel traje de la jornada, lleno de lodo y lamparones , para vestirme ropas de corte real y pontificia; y así ataviado honorablemente, entro en las cortes antiguas de los hombres de la antigüedad. Recibido de ellos amorosamente, me nutro de aquel alimento que es privativamente mío, y para el cual nací. En esta compañía, no me avergüenzo de hablar con ellos, interrogándolos sobre los móviles de sus acciones, y ellos, con toda humanidad, me responden. Y por cuatro horas no siento el menor hastío; olvido todos mis cuidados, no temo la pobreza ni me espanta la muerte: a tal punto tutto mi trasferisco in loro...
4 comentarios:
Un texto magnífico. Lula. Estos son también mis poetas, Dante, Petrarca y no más acá. Me quedo en Florencia, mirando el lento fluir del Arno, observando las lechuzas que vuelan hacia Fiésole, admirando a Maquiavelo-¿por qué tan denostado?-, me rindo ante la 'terribiltà' del Buonarroti y me cuesta comprender la huida de Lorenzo, admiro la inteligencia operativa de Brunelleschi y la sensibilidad de Rafael, Piero della Francesca me lo explica todo y Alberti me justifica la razón de las medidas y con él vuelvo al viejo Horacio para levantar la copa intacta, ésta que levantaremos los amigos en un brindis clásico a la razón.
Salud
Francesc Cornadó
Con este mismo título "Vita beata", Jaime Gil de Biedma escribió:
DE VITA BEATA
En un viejo país ineficiente,
algo así como España entre dos guerras
civiles, en un pueblo junto al mar,
poseer una casa y poca hacienda
y memoria ninguna. No leer,
no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,
y vivir como un noble arruinado
entre las ruinas de mi inteligencia.
Salud
Francesc Cornadó
Sí, FRANCESC; conozco el poema de Biedma, creo que lo puse más de una vez en el blog. Toda una declaración de principios con la que coincido cada vez más. ¿Será eso envejecer?
Ah... Italia... no diré más ¿seguro que no te has equivocado de época al nacer?
Baci tanti.
A veces creo que sí, no me resultaría extraño, contemplar como va creciendo la cúpula del Duomo, o pasear debajo de Corridoio de Vasari.
Ya conoces mi pasión (no me gusta la palabra) por el quattrocento, mi manía por el mundo clásico, mi obsesión por la medida y los trazados reguladores, las proporciones de Luca Pacioli, mi embeleso por las cerámicas de della Robbia y por los almohadillados brutalistas de las fachadas de los palazzi.
Salud
Francesc Cornadó
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