Aunque la Piazza es el corazón que bombea la vida de todo lo que se cuece en sus calles tortuosas y ennegrecidas por el tiempo, la ciudad entera era un hervidero de propios y ajenos.
Resulta difícil explicar el poder de atracción que esta especie de concha irregular tiene sobre la gente que se sienta o se tumba sin más, mirando la torre del Mangia elevarse hacia el cielo.
Acostumbrada al lento transcurrir de Murlo, Siena me pareció escandalosa y apabullante.
Callejeé sin rumbo fijo por la difícil disposición de sus calles, subidas y bajadas, vie que se alejan infinitas y por las que inevitablemente debes regresar, pues su planta es lo más parecido a una Y retorcida y única. Los ganadores de la carrera del Palio de julio -la Tartuca (tortuga)- se empeñaban en que nadie lo olvidase: tortugas estampadas por todas partes y carteles con pullas a los rivales animaban el cotarro local.
El imponente Duomo también es fruto de la enemistad florentina ya que ambas compitieron por elevar el mayor templo de la cristiandad. Y viendo lo que hicieron los sieneses, casi da miedo pensar en lo que pudo ser y, debido a una maltrecha economía, no fue. El templo te sobrecoge, obnubila tus sentidos y no precisamente en un arrebato místico -aunque lo entendería- sino por un exceso de belleza. Es imposible apreciar en una visita todos los detalles, y no sólo me refiero a piedras, esculturas, frescos, mosaicos sino a los rincones tenebrosos, a la luz que ilumina el mármol blanco y negro de sus columnas... sólo deambulas, con la capita púdica que te obligan a llevar, eso sí, perdida en un universo que nunca acabarás de asimilar.
Salir afuera es recibir un bofetón de imperfecta y necesaria humanidad. Crecían como setas los carritos de souvenirs, de fruta fresca y de agua. Cientos de grupos iban de un lado a otro sin perder de vista el reclamo de sus guías que seguían escupiendo fechas y nombres a sus maltratados cuerpos. Puede que alguno pensase por un momento en la rebelión al pasar entre los que, como yo, nos sentábamos en la escalinata sin hacer otra cosa que pasmar.
Pero justo enfrente del Duomo se esconde un lugar maravilloso: santa María delle Scale, un antiguo hospital donde pude contemplar en casi absoluta soledad, unos frescos magníficos de Domenico di Bartolo. Tan fantásticamente vacío estaba - y esto no debéis hacerlo nunca, niños y niñas- que pude subirme al andamio de restauración para acariciar la cúpula con mis ojos.
Siena ardía bajo la luz roja del atardecer cuando salí y qué mejor cosa para apagar un incendio que un helado de Nannini, imposible de describir: textura, sabor, tacto, ninguna palabra puede ni remotamente acercarse. Ojos cerrados en cada lametazo y muerte por sobredosis de felicidad.
La trattoria della Torre, muy cerca de la Piazza en pleno barrio del mismo nombre, nos recibió esa noche con aromas familliares, pasta fresca y cacerolas burbujeantes dispuestas a rematar lo que Nannini había empezado.
Cuando salimos, la Piazza estaba llena de jóvenes, sentados en el suelo con sus cervezas, celebrando un cumpleaños con tarta y velas o simplemente charlando. Un grupo de japonesas se sentaron a pocos metros de mí. Una de ellas vestía un precioso kimono negro y de su bolsa rectangular sacó un diminuto ordenador en el que se afanó a teclear.
Nada de lo que allí sucedía podía romper el encanto. Todo cabía en la Piazza del Campo porque en ese preciso momento era el centro del mundo.
7 comentarios:
Ummmm, qué jambre. Ummmm, qué helado.
Más, más, más.
Y si tienes alguna receta de Susanna, pues también.
Saludos golosos
Madredelamorhermoso!!!!..esos gelai italianos, que maravilla siempre que voy por alli me paso todos los dias tomando uno, recuerdo el año pasado en el viaje a Napoles cuando pasamos por Roma lel que me zampe en el sitio que me comentaste...ahora no lo recuerdo...de camino me tome otro jiji!!
Siena una maravilla...siempre he querido ir, lo de la carrera de caballos debe ser alucinante, aunque ver la ciudad sin mas ya es la bomba.
besitos alucinantes
Fantásticas imagenes, pero... por lo que leo es un viaje a realizar, siempre sentí una inusitada pasión por esa ciudad.. Aunque no tanta como por las Highlands...
Seguiré la historia..
Saludos.
Emociona lo que evocas, pero porque tu filtro es lo que más se aprecia. Nunca viajamos fuera, siempre viajamos dentro.
Bicos!
L'ESBARZER: pues no, Susanna no me dio ninguna receta, pero el último día apareció en la puerta con una enorme tartera llena de ragú de jabalí. Cazado por su marido y cocinado por ella. Papardelle (una pasta muy gorda) fue lo único que tuve que añadir a esa maravilla.
Besos relamidos.
ATIKUS: La Giolitti, se llama la heladería de Roma. Pues ésta de Siena es de la familia de la cantante Giana Nannini y también tiene pastelería. Pero ahí sí que no entré. Prohibidísimo.
Besos dulces.
LOBITO: hola y gracias por tu interés. Me da a mí que los Highlands esos no tienen mucho que ver con las suaves colinas toscanas jajajaja.
LAGARTO: por supuesto que no encontraremos nada que no llevemos con nosotros. ¿Qué estás insinuando? :)
Besitos emocionados.
Me encanta Siena, y esa plaza es una maravilla para tirarse y mirar. En cuanto a los helados italianos... qué decir, no pueden ser más orgásmicos. Es impresionante la textura tan cremosa que consiguen en los de fruta, tan escarchados en otros lugares por lo general.
Qué bien te lo montas, Lula, pedazo de viaje!!! Las fotos son fantásticas.
Besos
Es de los sitios más espectaculares de toda la Toscana, iba a decir mi preferido, pero es difícil decidirse... no crees? Siena tiene la maravillosa ventura de conservarse intacta. Il Duomo sienés, además, me gusta más que el florentino, siendo ambos una maravilla. Qué envidia, guapa... precioso recorrido. (Sigo leyendo)
Besos.
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