jueves, 3 de septiembre de 2009

GIORNO SEDICI: IL PALIO

Cualquiera que sea tu camino por las calles de Siena, siempre vuelves a la Piazza del Campo. Y allí están los sieneses.
Los sieneses son hermosos y broncíneos como estatuas clásicas. Sólo van de vacaciones antes de los dos Palios, para estar perfectamente moreneados y lucir con el esplendor que el evento requiere. Se consideran a sí mismos la aristocracia italiana y como tales tienen a gala mantener todas las tradiciones que los distinguen del resto. Una de esas tradiciones es la Corsa del Palio. 


Siena se divide en 17 barrios o contrade, que además de agrupar a gente del mismo espacio físico, tiene mucho que ver con la división medieval de los antiguos gremios de artesanos. Todos los barrios tienen una capilla, un establo y una fuente, además de un nombre y una bandera que engalana sus calles los días en que se celebra de la carrera -el 2 de julio y el 16 de agosto-. Aquí nadie es seguidor de una contrada, aquí se "nace" en una contrada.




Farolas y banderas adornando la contrada de la Tartuca.

Un caballo se dirige, custodiado, a la Piazza del Campo.

Establo de la Torre.

El Palio, además de una carrera de caballos sin montura, es un estandarte que constituye, junto con el orgullo del triunfo, el único premio. Varios días antes se sortean las contradas que correrán ese año, sólo 10 de las 17, por evidentes motivos de seguridad, pues corren alrededor de la Piazza del Campo, previamente acondicionada con tierra.  Los fantini (jinetes) y los caballos también los decide la suerte.

A partir de las tres de la tarde del día señalado, una salva anuncia que aquello por lo que llevan esperando un año entero inicia su camino. Cada contrada sale de su barrio para reunirse delante del Duomo. El espectáculo es indescriptible. Es como si de pronto todos los cuadros del Renacimiento saliesen a pasear por la calle y descubro con estupor que los italianos han nacido para llevar esas ropas. Debajo de sus horribles pantalones pinocchietto (piratas), sus estrambóticas gafas y su palpable macarrez, yace un hombre del Renacimiento.



Los tambores suenan por todas partes, las banderas vuelan y compiten en el lanzamiento más alto, más lejos, más difícil. Te sientes atrapada y el corazón va a cien por hora mientras la muchedumbre te arrastra. Resulta imposible sustraerse a esa efervescencia, a esa pasión, a esa belleza que los sieneses despliegan para su propio deleite. Porque es verdad que la Piazza está hasta los topes de turistas, pero el Palio es una fiesta "de" y "para" los sieneses. Eres invisible para ellos, atentos a sus caballos, a la salida, a los 90 segundos de infarto que decidirán algo más que un triunfo.




Nunca he visto la carrera en la Piazza. Las localidades de asiento están copadas por los lugareños y no creo que merezca la pena pasarse toda la mañana bajo un sol aplanante para 90 segundos. Yo prefiero elegir una contrada al azar y cuando el último rayo de sol abandona la Piazza y empieza la carrera, sumergirme en sus calles abanderadas para vibrar con ellos ante el televisor, escuchar su comentarios nerviosos, sus predicciones, compartir su decepción o su alegría.

Ambiente en la contrada dell'Onda minutos antes de la carrera.

Este año ganó la Civetta (el búho) la jontrada più pijolina  (la contrada más pequeña) que no ganaba desde hacía treinta años.  Es impagable correr hasta el Duomo después de la carrera y esperar ese torrente humano que se acerca precedido del atronar de los tambores, agitando el Palio, abrazándose, con lágrimas en los ojos, con el jinete a hombros y el caballo sudoroso al que todos quieren tocar.
La jiesa é nostra! (la iglesia es nuestra) gritaban jóvenes, ancianos y niños mientras un pasillo multicolor los recibía con honores. Los tambores resonaban imponentes dentro del Duomo, espectacular, hermoso, gigante y esa noche, por unos minutos, más pagano que nunca.


Recibimiento de las contradas a los ganadores

Andrea Baro, detto "Brio" el jinete ganador




Unos inolvidables minutos en los que la jiesa fue absoluto territorio de la Civetta.

8 comentarios:

Manuel Ángel Candelas Colodrón dijo...

Eu creo que o Duomo de Siena nunca estivo tan fermoso (e xa é probablemente unha das catedrais máis fermosas do mundo) como esa noite do Palio, só iluminadas as cúpulas que semellan o firmamento, pintadas de celeste e moteadas de estrelas douradas. Unha emoción indimenticabile.

Capri c'est fini dijo...

Ah el palio de Siena... que bonito tiene que ser vivir todos eso colores allí mismo. Felicidades a los de la Civetta y a ti por traernos estas fotos tan chulas.

Un beso.

atikus dijo...

Vaya cantidad de post mas interesantes, este de tantos colorido y con la peña disfrazada me ha encantado, la verdad es que parecía un plató por momentos que divertido, jaja!!..¿y no te dieron ganas de disfrazarte de doncella y atacar a algún caballero andante?

besitos de tu fiel escudero

MK dijo...

Uff! auténtica alma de reportera!. Me ha encantado y me has trasladado por unos minutos a todos esos lugares. Vaya viaje más precioso. Guardalo muchos años en el espiritu.
bueno y si hay que volver , se vuelve!!.
Me han entrado unas ganas bárbaras de hacer ese recorrido . Besos todavia chispeantes por el colorido de las fotos y la emoción de tus palabras.

The Incredible E.G.O´Riley dijo...

Esto es montárselo bien en vacaciones y lo demás tontería.

Que grande eres Lulita


Besos

Mad Hatter dijo...

Bueno, Lula no lo dice porque es una chica muy modesta, pero sé de buena tinta que nada más bajar del avión y poner un pie en la bella Italia es escoltada bajo palio a donde quiera que vaya. Por eso salen tantos palios en las fotos y siempre come tan bien.
Besos carísima.

ángel dijo...

Hermosas imágenes de un medioevo inmortal.


Saludos...

Licantropunk dijo...

Vaya vacaciones se pegan algun@s.

Saludos!