IERI, OGGI, DOMANI.

Es una película dividida en tres episodios, dirigida por Vittorio de Sica en 1963, Oscar al mejor film extranjero en 1965.

Cada episodio lleva el nombre de una mujer y nos presenta a una Sofía Loren metamorfoseada en mujeres de diversa edad y condición. A su lado tenemos al maravilloso e irrepetible Marcello dándole la réplica en un duelo de talento interpretativo que es una auténtica gozada.

ADELINA. Escrito por Edoardo di Filippo nos presenta a una joven napolitana que vive del contrabando de cigarrillos y para evitar ser apresada se queda embarazada una vez tras otra. Por desgracia, Carmine, su marido no consigue mantener el ritmo tan prolífico que le impone su esposa. Así, mientras ella parece renacer en cada parto y se muestra esplendorosa y rebosante, el pobre Carmine, exangüe y disminuído, se siente incapaz de aumentar la generosa prole. Adelina acabará en la cárcel... pero esto es una comedia italiana y la intervención providencial del pueblo napolitano, con una colecta, pondrá de nuevo en circulación a la bella Adelina.

Aunque pueda parecer una historia disparatada (y en cierta forma lo es) ver a Sofía Loren, insultantemente hermosa, con la barriga en pompa bajo un sutil vestidillo de flores, bajando por las cuestas de un Napoles brillante y pobre, es un canto a la vida, al optimismo, a la gioia di vivere intemporal y absoluta.

ANNA. Escrito por Alberto Moravia, es quizás el episodio más irregular y previsible. La mujer que aquí aparece es una rica y aburrida burguesa que traiciona a su marido con un modesto intelectual. No hay amor ni pasión, tan sólo la necesidad caprichosa de salir de un ambiente cerrado. A la primera dificultad, Anna olvidará sus promesas de "amor eterno" para recuperar su modo de vida.

MARA. Cesare Zavattini es el autor del último episodio que comienza con esta espectacular panorámica de Piazza Navona. En él, la joven prostituta que recibe a sus clientes en el apartamento induce involuntariamente el enamoramiento del vecino seminarista. Pillada entre dos requerimientos: los del ardoroso viajante emiliano (auténticamente genial, Marcello) y los de la anciana abuela del seminarista que le pide ayuda para disuadirlo de dejar del seminario.

Espero que el antológico final, de la época pre-liposucciones, os haga aullar, como al pánfilo viajante, pero de felicidad.