-Pero hombre de Dios ¿cómo se le pudo ocurrir una idea como esa?
El policía se pasa el dorso de la mano por el bigote y, después de mirar a Evaristo, se dirige hasta la mesa del fondo ensimismado en un montón de papeles.
Si a Evaristo le diera por decir la verdad, tal vez el inspector Gómez volvería a abrir los ojos de forma exagerada y a rascarse la calva con gesto nervioso.
La idea no pudo ser más sencilla. Evaristo lo vio una tarde soporífera de agosto mientras hacía su turno de día en el aparcamiento. Y desde el primer momento, aquella historia le pareció perfecta.
El día escogido fue el de su descanso. Tenía tiempo por la mañana para ir a la ferretería, comprar lo que necesitaba –algo grande y resplandeciente- y poner a punto la moto. Eso era todo.
El policía se pasa el dorso de la mano por el bigote y, después de mirar a Evaristo, se dirige hasta la mesa del fondo ensimismado en un montón de papeles.
Si a Evaristo le diera por decir la verdad, tal vez el inspector Gómez volvería a abrir los ojos de forma exagerada y a rascarse la calva con gesto nervioso.
La idea no pudo ser más sencilla. Evaristo lo vio una tarde soporífera de agosto mientras hacía su turno de día en el aparcamiento. Y desde el primer momento, aquella historia le pareció perfecta.
El día escogido fue el de su descanso. Tenía tiempo por la mañana para ir a la ferretería, comprar lo que necesitaba –algo grande y resplandeciente- y poner a punto la moto. Eso era todo.
Cuando llevaba media hora en la carretera se dio cuenta de que debía salir de la autopista. Los coches que circulaban por allí solían ser potentes, rápidos, recorrían largas distancias y tenían aire acondicionado. Entonces comprendió que necesitaba conductores de utilitarios que circulasen por pequeñas carreteras con la ventanilla bajada.
Se desvió por la primera salida; en apenas dos kilómetros apareció una furgoneta de reparto; un brazo regordete y peludo colgaba por la ventanilla, mecido por el aire.
Evaristo aceleró en la primera recta. La furgoneta parecía inmóvil, el ruido de la moto era cada vez más penetrante, metió la mano por la abertura de la cazadora y sacó su flamante machete.
Fue muy fácil: ponerse al lado, soportar apenas un destello de incredulidad y el golpe seco, irreprochable. La furgoneta pierde el control y se adentra en unos maizales, el brazo regordete rueda por la calzada dejando un reguero de sangre.
Hubo algunos más: un brazo moreno y nervudo que siguió convulsionándose unos segundos sobre el asfalto; un brazo escuálido que se desprendió con elegancia sin apenas derramamiento; un brazo robusto con tatuaje, el más hostil, que pendió obstinado mientras su dueño lo sujetaba hasta estrellarse contra un muro; incluso un brazo torneado, con anillos en los dedos, que se despegó con un gracioso tintineo.
Se desvió por la primera salida; en apenas dos kilómetros apareció una furgoneta de reparto; un brazo regordete y peludo colgaba por la ventanilla, mecido por el aire.
Evaristo aceleró en la primera recta. La furgoneta parecía inmóvil, el ruido de la moto era cada vez más penetrante, metió la mano por la abertura de la cazadora y sacó su flamante machete.
Fue muy fácil: ponerse al lado, soportar apenas un destello de incredulidad y el golpe seco, irreprochable. La furgoneta pierde el control y se adentra en unos maizales, el brazo regordete rueda por la calzada dejando un reguero de sangre.
Hubo algunos más: un brazo moreno y nervudo que siguió convulsionándose unos segundos sobre el asfalto; un brazo escuálido que se desprendió con elegancia sin apenas derramamiento; un brazo robusto con tatuaje, el más hostil, que pendió obstinado mientras su dueño lo sujetaba hasta estrellarse contra un muro; incluso un brazo torneado, con anillos en los dedos, que se despegó con un gracioso tintineo.
El inspector Gómez se sujeta la cabeza con las manos apoyado en la mesa. Por fin se levanta:
- Ande, vamos –dice sin mucha convicción- el careo es en el piso de abajo.
Mientras esperan el ascensor, Evaristo puede imaginar sus caras, sus dramáticos vendajes, puede incluso probar algunas palabras de aliento, pero de algo está seguro: nunca podrá estrecharles la mano.
9 comentarios:
¿Esto lo has sacado de una novela o peli de terror o se te ha ocurrido a ti solita? Inspirada quizás por la última noticia de un miembro de un retén contra incendios de Valencia al que le han tenido que amputar el brazo, tras haberse infectado con un corte en la mano mientras apagaban un vertedero.
Abrazos enteros.
Pues creo que en este caso más que un comentario por mi parte, queda mejor que te traduzca la letra de una canción:
“I Hold Your Hand In Mine”
Tengo tu mano en la mía, querida,
Aprieto sobre ella mis labios.
Y doy un mordisquito
A las delicadas yemas de tus dedos.
Mi alegría sería completa, querida,
Si tú también estuvieses aquí,
Pero todavía conservo tu mano
Como un precioso recuerdo.
La noche de tu muerte te la corté.
En realidad no sé por qué.
Porque ahora cada vez que la beso
Me mancho de sangre la corbata.
Siento haberte asesinado,
Porque nuestro amor estaba muy bien,
Y hasta que vengan a cogerme
Mantendré tu mano en la mía.
Había una película con Michael kaine sobre una mano perdida en un accidente ¿no?
Espero que esa afición no se ponga de moda, que a mí me encanta conducir con la ventanilla abierta.
Bicos!
MAD: inspirada en esos que dejan el brazo colgando como si fuera una liebre muerta. Si no lo usan para conducir...zaca!
Es mi parte gore. Pero para ti, besitos sin afilar.
CARRASCUS: me encanta la letra, pero cuando he ido a ver quién la canta ¿puede ser que tenga esa pinta de rancio?
Besos punkies.
LAGARTO: ándate con ojo entonces, querido lagartillo. :)
Hombre... pinta de rancio, sí que tenía. Es que era un señor antigüito y un poco majara. Si quieres saber más de él, una vez le dediqué un post.
Blanco sobre negro...ahora todo encaja...bueno, pues...me encantó, pocas palabras y logras abrir y cerrar una historia ¡perfecto! y por mi que hagan los coches sin ventanillas, de momento no pienso asomar una pestaña. Lo que más me gusta es imaginar tu cara de ángel escribiendo estas crudezas, eso me encanta. ¡¡¡muac!!!
¡Pero como eres Luliña!Me ha encantado tu relato tan gore y tan de humor negro.Te has inspirado en esas pequeñas cosas que todos pensamos en silencio y que no nos atrevemos comentar con nadie por miedo a que nos consideren unos psicopatas.Me ocurre lo mismo con ciertas cosas,por ejemplo...mejor no te las cuento.
He reído mucho con tu post.Eres tremenda.
Besos y un fuerte abrazo,pero por favor,a mi brazo le quiero mucho.
Lula Fortune:
Luce che guida i miei passi e illumina il buio percorsi attraverso i quali il transito.
ETERNA GRAZIE
CARRASCUS: pues sí que estaba pirado el tío, si hasta habla del KKK...¿cómo encuentras estas joyas?
Besitos escalofriantes.
ANA: Uy! no te creas, que me asoma una sonrisa malvada que mete miedo ja,ja,ja. Besos sin ventanilla.
FRANCISCO: tranquilo, sólo brazos desconocidos :)))))
Besos y sonrisas.
CAVALIERE: mi fai arrossire con queste parole... finalmente sei stato bravo con l'italiano.Grazie a te. Sei felice!
Publicar un comentario