No fue el estremecimiento que sentí en el portal, con el cuerpo todavía tibio de noche. Ni siquiera el primer pensamiento del día hacia mi jersey, tal vez demasiado escaso o mi escote, tal vez demasiado generoso. Tampoco fue el escalofrío que se instaló en la punta de los dedos al final de la mañana. Y mucho menos la alfombra de hojas por la que deslicé mi deambular distraído de la tarde. Fue el olor.
El olor de las castañas asadas me esperaba con su bufanda destejida a la vuelta de la esquina. Crucé mis pasos con una fila de transeúntes que caminaba con su melancólico cucuruchito en la mano y pensé en cómo el otoño se instala en el interior de algunas personas mucho antes de desprenderse de los árboles.
En cambio yo, expulsada de los arenales, sobrevivo atisbando el cielo, implorando una tregua antes de descender a los abismos de edredones emplumados. Y espero. Siempre espero que suceda algo: noticias lejanas, sobres blancos con letra picuda, sellos con trompetas coloradas, llamadas con olor a jazmín, billetes de avión, promesas ebrias de esperanza, sueños convertidos en aduanas de otro tiempo.
Pero noviembre vuelve
con la torpe paciencia de la fidelidad
(las huellas del amor sobre los hombros
como una caravana de detalles confusos),
y acaso pueda ser un conquista,
porque todo es más claro.
(...)
Abramos el balcón,
aullémosle a la luna
estirados de cuerpo para arriba,
hermosos como lobos
que ahora entienden el rumbo del que vienen,
que ahora saben el tiempo en el que habitan.
LGM
3 comentarios:
(...)
"Abramos el balcón,
aullémosle a la luna
estirados de cuerpo para arriba,
hermosos como lobos
que ahora entienden el rumbo del que vienen,
que ahora saben el tiempo en el que habitan"
dios! qué hermoso.De quién es?
pero si esa soy yo en Agosto..!
Me ha gustado.
Magnífico texto, magnífico poema, maldito noviembre que se empeña en mostrarnos las manchas pardas no solo en el suelo, sino también en nuestra piel, mapa del tiempo, de los equinocios.
Salud Lula
Francesc Cornadó
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