martes, 7 de julio de 2009

CORTINAS Y TIGRES


El día que mi madre cambió las cortinas de la salita, un mundo lleno de posibilidades mágicas se abrió para mí. Aquellas cortinas blancas y vaporosas pasaron a mi poder alimentando de forma inusitada mi tendencia a los juegos fantasiosos.
Tuve una infancia un tanto solitaria: mi hermana nació cuando yo ya no tenía muchas ganas de jugar, mis primos vivían a miles de kilómetros de distancia, los amigos de mis padres no tenían hijos de mi edad y los vecinos de arriba sólo me llamaban cuando necesitaban una contrincante para el Scalextric, pero resultaba del todo imposible hacerles ver islas, palacios, torres, en el ardiente terrat de casa... ¡niños!
Así que pronto comprendí que tenía que suplir con imaginación aquel tedio de las tardes de verano, que en mi infancia barcelonesa duraban mucho, muchísimo más que ahora. Y las cortinas fueron ese pasaporte hacia lo imposible.


Con ellas podía fabricarme un traje de época, cual heroína romántica, y subir o bajar del carruaje levantando mis faldas con delicadeza. O podía cruzar los bosques a galope para ser raptada por Dardo o Robib Hood, incluso podían ser rasgadas, con riesgo de mi vida, por los leones del Coliseo.
Pero de todas las vestimentas posibles, de todas las fantasías imaginables, sin duda, la mejor, la más excitante y duradera fue la de poder sentirse por unos instantes Lady Marianne: la delicada Perla de Labuán, dispuesta a caer en brazos del Tigre de Malasia. Un Kabir Bedi de extraña y desmelenada belleza.



Todas mis fantasías, he de confesar, entraban por los ojos, es decir, a través del cine de mi barrio o de las series de televisión. De esta manera, pasé gran parte de mi infancia trepando por los muebles con las susodichas cortinas enrolladas a la cintura y la medalla de la comunión en la frente. Llegar al conocimiento de la maravillosa literatura que había detrás de todo aquello fue un descubrimiento posterior.
Pero eso, es ya otra historia.


6 comentarios:

nancicomansi dijo...

¿y no es bonito eso?
que digo bonito...¡¡maravilloso!!
la imaginación enriquecía cualquier juego, ahora es todo tangible, inmediato y programado por nintendo o play station....

Yo jugaba con mis primas a que una simple mesa era un carromato -a familias gitanas jugábamos...- y una correa de perro, las riendas....o un cepillo de pelo, el micrófono de nuestra particular eurovisión....

Y cuanto dió de si esa tu cortina blanca y vaporosa!!!!

Besos vaporosos!

Mad Hatter dijo...

Preciosa y entrañable historia de la infancia, Lula, la imaginación es el mejor juguete, sin duda.
No sabía que pasaste tu infancia en Barcelona.
Bueno, cuídame a mi "Perla del Delta", que va a recalar en los puertos del Noroeste dentro de poco.
Que lo paseis muy bien con vuestra imaginación y vuestros trapitos.
Un abrazo de "Sando-Mad".

atikus dijo...

Me encanta la historia;)...y ya te estoy imaginando jugando jaja!!
Sin duda la mejor diversión para un niño es su imaginación, evidentemente compartir esta es mejor; recuerdo hacer pasadizos tenebrosos con sabanas y velas y pruebas secretas en plan indiana jones con mis primos con cualquier cosa, desde sillas hasta una fregona,cuerdas, linterna etc,,,y nos podiamos tirar todo el día preparandolo y jugando.

Si, desde luego no teníamos ordenador ni miviles, ni falta que hacía ;)

La imaginación al poder!!

Besitos detrás de la cortina

carrascus dijo...

Po yo jugaba al fútbol en medio de la calle... a finales de los años 60 no había coches apenas, y en mitad de la avenida de mi barrio solo teníamos que parar cada ocho o diez minutos para dejar pasar a alguno. Y además podíamos permitirnos poner unas piedras enormes en tó el medio de la calzada, a modo de porterías.

Me acuerdo perfectamente de Sandokán... y de la pasión que levantaba entre las féminas. A este tío fue al primero que las multitudes mujeriles le gritaron aquello de "Quiero un hijo tuyooooo".

Paco Becerro dijo...

Es que los nombres eran geniales...

El tigre de Mompracem y la Perla de Labuán... no me digas que no son increibles.

Quizás competiría con esa belleza solamente Demelsa, la mujer de Poldark, otra joyita de la época, jajaja.

Anónimo dijo...

Hermosa entrada, me ha encantado tu blog. Saludos afectuosos desde una fría alameda. Au revoir.