
Posiblemente esta película, vista en la lejana infancia, tenga la culpa de mi afición a los musicales, pero siempre que vuelvo a verla descubro que fue mucho, muchísimo más que eso.
Cantando bajo la lluvia es un musical brillante, una obra cumbre del arte cinematográfico, una exposición de las posibilidades del lenguaje cinematográfico -del musical más concretamente- una reflexión sobre el hecho artístico, sobre los frágiles límites entre lo real y lo ilusorio como forma máxima de creación.
Pero por encima de todo, es CINE en estado puro. Una obra maestra precisa como un artefacto de relojería, donde melodías, bailes, interpretación, fotografía y ritmo narrativo alcanzan la perfección de forma gozosa.

El hecho de que los personajes de la pantalla se pusiesen a hablar, sirvió no sólo para que el cine alcanzase la madurez técnica -a la vez que se sacrificaba el
star system del cine mudo- si no también para alumbrar un nuevo género:
El cantor de jazz de Alan Crossland (1927) se considera la primera película sonora de la historia. La implantación de las
talkies/ películas habladas, es transcendental porque abre inusitadas posibilidades artísticas, a pesar de que eso lleve aparejada la desaparición de muchos intérpretes o realizadores que fueron incapaces de adaptarse al nuevo sistema.
Todo este momento histórico es el que aparece reflejado en Cantando bajo la lluvia (1952) y la trama de la película recoge un sinfín de anécdotas reales de los años 20: la contratación de profesores de dicción, los accidentados rodajes donde un carraspeo arruinaba la toma, los frustrados preestrenos. El film se convierte en un gran homenaje a Hollywood ya que trajes, coches, decorados, pertenecían a títulos emblemáticos de la época fácilmente reconocibles.
Por otro lado, la película supone también una graciosa sátira del mundo hollywoodiense. Muchos de los personajes presentaban un "sospechoso" parecido con personas reales de la época: Lina Lamont (interpretada por Jean Hagen) es la actriz Judy Holliday; el jefe de los estudios es una representación del mismísimo Arthur Fred, productor del film y el personaje de Doura Bailey, la periodista viperina, es un trasunto de Louella Parsons, columnista de los periódicos de Hearst.

Y el hecho de ser un musical, donde se supone que todo es felicidad y alegría, no impidió que los directores, Donen y Kelly, mostrasen algo de lo que sucedía a su alrededor. En el equipo del musical participaron varios guionistas -el mismo Kelly- que estuvieron en la marcha de cineastas a Washington como protesta por la caza de brujas del senador Mc Carthy. En la escena final, Lina mueve la boca mientra Kathy canta detrás del telón de la misma forma que se contrataban guionistas de las listas negras para que pudiesen trabajar, sin que su nombre saliese en los títulos de crédito.
(Curiosidades del cine: en realidad, debieron doblar a Debbie Reynolds porque su voz no era todo lo prodigiosa que merecía el personaje de Kathy)

El argumento nos presenta a una pareja de éxito, Don Lockwood y Lina Lamont, dos estrellas del cine mudo que no se soportan detrás de la pantalla. En la fiesta posterior a un estreno (es genial la ironía con que se presenta la narración que Lockwood/Kelly hace de sus inicios) aparece Kathy Selden/ Debbie Reynolds, una humilde chica de coro de la que Loockwood se enamorará sin remedio. Paralelamente se produce el terremoto de la llegada del sonido y los productores deciden que hay que reconvertir la nueva película para adaptarse a los tiempos. Sin embargo, se encontrarán con un serio problema, Lina Lamont tiene una horrible voz de pito.
La película cuenta con números musicales de grandísima calidad, arriesgados, de factura impecable y espectacular puesta en escena. Pero además, los productores y compositores creyeron que estos números tenían que avanzar la acción dramática y no provocar un parón como sucedía en los musicales de los años treinta. Algunos de estos números, merecen sin duda una atención especial:

Make'em laught: Don está preocupado por la huida de Kathy en la fiesta y su amigo Cosmo, canta y enloquece para animarlo. El rodaje de esta escena duró tres días, el juego con la muñeca fue una improvisación y aunque Kelly coreografió algunas partes, muchos gags son imitación de otros cómicos. El hecho de que Athur Fred presentase una melodía calcada a "Be a clown" de Cole Porter, no desmereció en absoluto el resultado final. Después de la toma final, el actor Donald O'Connor tuvo que ser hospitalizado por agotamiento.
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You are meant for me: Don arrastra a Kathy hasta un estudio donde monta un decorado para declararse: una escalera será el balcón, unos focos la luz de la luna y unos ventiladores la suave brisa que los envuelve. La ficción escénica al servicio de la verdad amorosa.
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El baile con Cyd Charisse : La escenografía de este baile fue diseñada por Salvador Dalí y el rodaje de la escena debió posponerse hasta el final ya que se necesitaba el hangar más grande de los estudios, equivalente a dos campos de fútbol. La actriz reconoció la complicación que suponía bailar con decenas de metros de tela que se elevaban movidos por ventiladores. En realidad se usaron tres motores de avión.
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Broadway Melody: es el gran número de exhibición y representa el apogeo del género. En él se homenajean a películas y actores emblemáticos de la época (Scarface, los hermanos Marx, Fred Astaire, Minnelli). El recorrido del personaje en este número es ni más ni menos, la historia abreviada del sueño cinematográfico.
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Singing in the rain: ¿quién no conoce este número? No sólo dio nombre al musical sino que se elevó por encima de él para reinar por siempre jamás en el mundo de los mitos. Para rodar la escena se cubrió con una inmensa lona parte del decorado ya que California atravesaba esos días una época de terrible sequía. Se debió añadir leche al agua que rociaba el set para que pudiese apreciarse en la pantalla y Gene Kelly rodó con una fiebre altísima (¿quién lo diría, verdad?) lo que obligó a los técnicos a reforzar el sonido del chapoteo en el estudio porque carecía de fuerza.
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Pero qué importan todas esas anécdotas cuando alguien es capaz de transmitir la imagen de la más plena felicidad. Cuando alguien es capaz de convertir a su paraguas en pareja de baile, guitarra, bastón o espada. Cuando una melodía, un baile, es capaz de arrastrarnos con el corazón palpitante hasta las más vertiginosas cumbres del placer artístico.
Cuando una acaba enamorándose para siempre de la sonrisa de Gene Kelly.