lunes, 29 de noviembre de 2010

CUBILETES

He recibido carta de mi querido profesor Tanner y en ella me da cuenta, con su habitual melancolía, de un hecho ocurrido a un colega suyo. Sé que tras la narración de esta experiencia ajena subyace como siempre el profundo desencanto y la tristeza de un hombre que se sabe perdedor en todas las batallas. Sin embargo, esta vez creo adivinar en la rúbrica retorcida de sus letras una pequeña y circunstancial sonrisa.
El amigo del señor Tanner que vive en un lugar del sur de cuyo nombre no quiere acordarse, recibió de las autoridades educativas la siguiente sugerencia metodológica:

El alumnado debe contar entre su material con tres pequeños cubiletes de plástico: uno rojo, otro amarillo y el otro verde. Durante la clase, cada alumno atenderá a las explicaciones del profesorado y situará en su pupitre el cubilete que indique su comprensión de lo explicado. Rojo: "No entiendo nada". Amarillo: "No lo entiendo todo". Verde: "Lo entiendo". De esta manera, el docente, de un solo vistazo, captará si su explicación está llegando a la clase o, por el contrario, debe esforzarse por hacerse comprender y/o por bajar el nivel de complejidad de lo explicado.

Aplicada la experiencia con puntualidad obediente, estos fueron los resultados que el amigo del señor Tanner obtuvo de su aula:

-¿Maehtro, er cubilete amarillo pa qué eh?

-Maehtro, la Yeni eh una empollona, que ciempre tiene er cubilete verde.

-Maehtro, me zan perdío loh cubileteh, ¿puedo i ar cervicio?

-Maehtro, ¿ci zaco er cubilete verde maprueba?

-Maehtro, mira cómo toco la batería con loh cubileteh.

-Maehtro, er Crihtian ma ehcupío en er cubilete.

-Maehtro, yo lo primero lo he entendío pero aluego no, ¿qué cubilete pongo?

-Maehtro, ¿si traemoh loh cubileteh hay que traé tamién er libro?

-Maehtro, yo er cubilete roho no lo pongo, que me llaman zurnormá.

Sé que mi querido profesor, con su habitual mesura de hombre razonable, no aprobaría el comentario inconveniente que voy a hacer, pero después de leer esto, lo que dan ganas es de transmutarse en un Terminator y ponerse delante del cuerpo de inspectores y pedagogos con un bazooka de largo alcance lleno de cubiletes y disparar con una liberadora sonrisa: Sayonara baby.

domingo, 28 de noviembre de 2010

TORCUATO ABANDONADO ( y III)

Tercera y última entrega de las desventuras del jubilado Torcuato. El desenlace nunca visto, la sorpresa fianl jamás imaginada, sonrisa o llanto. Pasen y vean... CLIC

miércoles, 24 de noviembre de 2010

DESPUÉS DEL AMOR


Tendida tú aquí, en la penumbra del cuarto,
como el silencio que queda después del amor,
yo asciendo levemente desde el fondo de mi reposo
hasta tus bordes, tenues, apagados, que dulces existen.
Y con mi mano repaso las lindes delicadas de tu vivir
retraído.
Y siento la musical, callada verdad de tu cuerpo, que hace
un instante, en desorden, como lumbre cantaba.
El reposo consiente a la masa que perdió por el amor su
forma continua,
para despegar hacia arriba con la voraz irregularidad de
la llama,
convertirse otra vez en el cuerpo veraz que en sus límites
se rehace.

Tocando esos bordes, sedosos, indemnes, tibios,
delicadamente desnudos,
se sabe que la amada persiste en su vida.
Momentánea destrucción el amor, combustión que
amenaza
al puro ser que amamos, al que nuestro fuego vulnera,
sólo cuando desprendidos de sus lumbres deshechas
la miramos, reconocemos perfecta, cuajada, reciente la
vida,
la silenciosa y cálida vida que desde su dulce exterioridad
nos llamaba.
He aquí el perfecto vaso del amor que, colmado,
opulento de su sangre serena, dorado reluce.
He aquí los senos, el vientre, su redondo muslo, su acabado
pie,
y arriba los hombros, el cuello de suave pluma reciente,
la mejilla no quemada, no ardida, cándida en su rosa
nacido,
y la frente donde habita el pensamiento diario de nuestro
amor, que allí lúcido vela.
En medio, sellando el rostro nítido que la tarde amarilla
caldea sin celo,
está la boca fina, rasgada, pura en las luces.
Oh temerosa llave del recinto del fuego.
Rozo tu delicada piel con estos dedos que temen y saben,
mientras pongo mi boca sobre tu cabellera apagada.

VICENTE ALEIXANDRE


lunes, 22 de noviembre de 2010

AUTOBOMBO



Así de felices están Antonio Altarriba y Kim después de recibir el Premio Nacional de Cómic 2010. Y si pudiéseis ver mi sonrisa, sería igual de expresiva después de leer las amables palabras que Altarriba ha dejado en mi blog:

Querida Lula:
He recibido tu felicitación por el premio nacional de cómic. Te lo agradezco. Tú también contribuiste a ello desde tu blog que, por cierto, cada vez me parece mejor.
Un abrazo.
Antonio Altarriba

Pero el autobombo al que me refiero no se termina en la expresión de esta pequeña vanidad mía. Sinceramente creo que con historias como El Arte de Volar ganamos todos y eso no es vanidad, es una inmensa y gozosa satisfacción.

domingo, 21 de noviembre de 2010

TORCUATO ABANDONADO (II)

¿Conseguirá el abuelo Torcuato atravesar los doscientos metros de asfalto incandescente que lo separan del supermercado? ¿Sobrevivirá en medio del abandono, en medio de una ciudad en llamas? ¿Se dejará caer, finalmente, desde el alféizar de la desesperación?
Algunas respuestas y más enigmas en... CLIC

viernes, 19 de noviembre de 2010

O MARE E TU



Sentir em nós.
Sentir em nós uma razão para não ficarmos sós. 
E nesse abraço forte sentir o mar, na nossa voz. 
Chorar como quem sonha. 
Sempre navegar nas velas rubras deste amor. 
Ao longe a barca louca perde o norte. 
No teu olhar um espelho de água.
A vida a navegar por entre o sonho e a mágoa sem um adeus sequer. 
E mansamente, talvez no mar, eu feita espuma encontre o sol do teu olhar. 
Voga ao de leve, meu amor, ao longe a barca nua a todo o pano. 

lunes, 15 de noviembre de 2010

BAGATELAS


En la M conviven mariposas, mendigos, mercados, modas, monólogos, mosquitos, Mozart. Cuando intuyo que se acerca la muerte, salto con la garrocha hasta la N.

Hay amplios ventanales para juzgar el pasado, pero sólo angostas rendijas para adivinar el futuro.

¿Cómo no se les ha ocurrido a los dioses que la muerte sea una lluvia de alegría, una suerte de amor, un pajarito del olvido?

El amor deja cicatrices; el odio, sólo costurones.

La felicidad no se consolida si no pasa antes por la tristeza.

Azahar con H es flor del naranjo. Sin H es el destino, la carambola, la chiripa. Por favor, devuélvannos la H.

Cuando los odios andan sueltos, uno ama en defensa propia.

Mario Benedetti

domingo, 14 de noviembre de 2010

TORCUATO ABANDONADO (I)

Ya se sabe que los abuelos son un incordio cuando llega el tiempo de las vacaciones. Lo mejor es poner pies en polvorosa sin dar demasiadas explicaciones. Si han llegado hasta los 80 años es que son unos supervivientes, entonces ¿para qué preocuparse?

sábado, 13 de noviembre de 2010

LOCURA

Algo así me vendría muy bien ahora mismo.
BUEN FIN DE SEMANA

miércoles, 10 de noviembre de 2010

SUSPIROS


En la época de nuestra juventud, el amor nos parecía un sentimiento poderoso, capaz de transformar una vida. El deseo sexual, que le era inseparable, se acompañaba de un espíritu de aproximación, de conquista y de participación que debía elevarnos por encima de lo meramente material y hacernos capaces de grandes cosas.
Una de las encuestas de los surrealistas más célebres comenzaba con esta pregunta: “¿Qué esperanza pone usted en el amor?” Yo respondí: “Si amo, toda la esperanza. Si no amo, ninguna”. Amar nos parecía indispensable para la vida, para toda acción, para todo pensamiento, para toda búsqueda.
Hoy, si he de dar crédito a lo que me dicen, ocurre con el amor como con la fe en Dios. Tiene tendencia a desaparecer, al menos en ciertos medios. Se le suele considerar como un fenómeno histórico, como una ilusión cultural. Se le estudia, se le analiza..., y, si es posible, se le cura.
Yo protesto. No hemos sido víctimas de una ilusión. Aunque a algunos les resulte difícil creer, hemos amado verdaderamente.

* * *

Al aproximarse mi último suspiro, imagino con frecuencia una última broma. Hago llamar a aquellos de mis viejos amigos que son ateos convencidos como yo. Entristecidos, se colocan alrededor de mi lecho. Llega entonces un sacerdote al que yo he mandado llamar. Con gran escándalo de mis amigos, me confieso, pido la absolución de todos mis pecados y recibo la Extremaunción. Después de lo cual, me vuelvo y muero.

* * *

Sin ilusión sobre la muerte, a veces me interrogo, no obstante, por las formas que puede adoptar. Me digo a veces que una muerte repentina es admirable, como la de mi amigo Max Aub, que murió de pronto mientras jugaba a las cartas. Pero de ordinario, mis preferencias se dirigen a una muerte más lenta, más esperada, permitiendo saludar por última vez a toda la vida que hemos conocido. Desde hace varios años, cada vez que abandono un lugar que conozco bien, donde he vivido y trabajado, que ha formado parte de mí mismo, como París, Madrid, Toledo, EL Paular, San José de Purúa, me detengo un instante para decir adiós a ese lugar. Me dirijo a él, digo, por ejemplo: “Adiós, San José. Aquí conocí momentos felices. Sin ti, mi vida hubiera sido diferente. Ahora me voy, no te volveré a ver, tú continuarás sin mí, te digo adiós”. Digo adiós a todo, a las montañas, a la fuente, a los árboles y a las ranas.
Claro está que a veces regreso a un lugar del que ya me he despedido. Pero no importa. Al marcharme, lo saludo por segunda vez.
Así es como quisiera morir, sabiendo que, esta vez, no volveré.

* * *

Una cosa lamento: no saber lo que va a pasar. Abandonar el mundo en pleno movimiento, como en medio de un folletín. Yo creo que esta curiosidad por lo que suceda después de la muerte no existía antaño, o existía menos, en un mundo que cambiaba apenas. Una confesión: pese a mi odio a la información, me gustaría poder levantarme de entre los muertos cada diez años, llegarme hasta un quiosco y comprar varios periódicos. No pediría nada más. Con mis periódicos bajo el brazo, rozando las paredes, regresaría al cementerio y leería los desastres del mundo antes de volverme a dormir, satisfecho, en el refugio tranquilizador de la tumba.

Mi último suspiro. Luis Buñuel

lunes, 8 de noviembre de 2010

BOFETÓN


Salid a pie y recorred, sin objeto, las calles céntricas: observad, y los candidatos al crimen pasional se os presentarán ante la vista...
(...) Notad cómo, en esa esquina, dialogan uno de capita y gorra ladeada y una de pobre mantón y complicado moño... El diálogo se anima: él alza la mano y descarga bofetón redondo... Ella titubea, llora; luego ríe...; ni siquiera pide auxilio: el bofetón está en el programa, y ese bofetón es el preludio de lo que vendrá más tarde, en una hora de exasperación brutal de celos o de soberbia; es el anticipo del navajazo feroz, del estrujón de nuez que rompe el cartílago, del puntapié que desgarra las entrañas, el palo que abre el cráneo, el proyectil que se incrusta en la masa encefálica... ¡Va tan poco del primer maltrato al crimen! La bofetada anuncia la muerte, y las emplazadas, sin embargo, media hora después de haber recibido en la mejilla el golpe y el insulto, se cuelgan del brazo del ofensor y se van con él...

Emilia Pardo Bazán escribió este texto hace algo más de un siglo y ya por aquel entonces achacaba tales crímenes a la falta de educación y cultura en las mujeres. Lo que relata bien podría describir una escena de hoy en día: sin ir más lejos, yo misma presencié algo parecido hace unos meses. En este caso, el hombre desapareció enfurecido después de la bofetada y ella se quedó naúfraga de si misma en medio de aquel bar en el que estábamos. Aturdida, sin saber dónde poner los ojos, acabó acercándose hacia nosostros. Mi amiga y yo recogimos su desorientación y su vergüenza y la escuchamos. Era una chica sudamericana y venía de solicitar los papeles para casarse con el individuo que acababa de propinarle el sonoro golpe. Nunca le había pegado, nos confesó, sólo empujones, gritos, zarandeos... tenía miedo de volver a casa. Llamamos a la policía para que la custodiase a su piso, donde, según nos prometió, recogería todos sus bártulos para buscar otro lugar donde vivir. Se despidió agradecida y nerviosa y la vimos meterse en el coche policial sin perder su mirada de naufragio. No sé por qué pero no la creí.

Puede que doña Emilia tuviese razón después de todo, aunque haya pasado un siglo de escolarización por encima de nosotras. ¿Qué es, entonces, lo que sigue fallando en la educación emocional de las mujeres en pleno siglo XXI?

martes, 2 de noviembre de 2010

PROVOCACIÓN

Ayer por la tarde, un grupo de obreros subía tranquilamente por la calle de la Montera cuando, por la acera contraria, vieron bajar a dos sacerdotes. Ante tal provocación...

Así explicaba la revista anarquista El Motín, los altercados sucedidos durante una manifestación en 1929 en la que fueron agredidos dos sacerdotes.
No justifico la violencia en ningún caso, sin embargo hay algo que me provoca sobremanera, algo contra lo que mis vísceras criminales se rebelarían dichosas de convertirse en una satisfactoria excepción.

Me provoca la visita de Benedetto Sedicesimo.
Me provoca su cara de ratón vaticano, sus dientes de tiburón fascista, la ostentación de su crucifijo de oro.
Me provoca el olor a incienso, el putrefacto aliento de los obispos, la obscena mano que amordaza sufrimientos.
Me provoca la hipocresía de la piedad, el acomodo de la misericordia en las conciencias, el cautivo engaño de la limosna.
Me provoca el gesto sibilino de sus dedos cerúleos, la contundente y acre tonalidad de sus cánticos.
Me provoca el desprecio a la vida, el olvido de la Historia, el entronamiento de la sinrazón, la oscura senda de la fe.
Me provoca la sangre sobre la que construyen templos de ignorancia, los túmulos erigidos a la barbarie, el cuarto oscuro en el que encierran la inocencia.
Me provocan los carteles en las paradas de autobús, los altavoces gregorianos, las cintas amarillas.
Me provoca el nauseabundo vapor que mueven las sotanas, la risa corrompida de las monjitas, en nerviosos aleteo de banderitas opusinas.
Me provoca la institución que representa y me provoca y me jode el dinero que el estado en el que pago mis impuestos gastará en su visita.
Ante tal provocación...

lunes, 1 de noviembre de 2010

DIFUNTOS

Dirigíanse las gentes por las calles en gran número y larga procesión, serpenteando de unas en otras como largas culebras de infinitos colores: ¡al cementerio! ¡al cementerio! ¡Y para eso salían de las puertas de Madrid! Vamos claros, dije yo para mí, ¿dónde está el cementerio? ¿Fuera o dentro? Un vértigo espantoso se apoderó de mí, y comencé a ver claro. El cementerio está dentro de Madrid. Madrid es el cementerio. Pero vasto cementerio donde cada casa es el nicho de una familia, cada calle el sepulcro de un acontecimiento, cada corazón la urna cineraria de una esperanza o de un deseo (...).
-¡Necios! -decía a los transeúntes- ¿Os movéis para ver los muertos? ¿No tenéis espejos por ventura? ¡Miraos , insensatos, a vosotros mismos, y en vuestra frente veréis vuestro propio epitafio! ¿Váis a ver a vuestros padres y a vuestros abuelos, cuando vosotros sois los muertos?
Ellos viven, porque ellos tienen paz; ellos tienen libertad, la única posible sobre la tierra, la que da la muerte; ellos no pagan contribuciones que no tienen; ellos no serán alistados ni movilizados; ellos no son presos ni denunciados; ellos, en fin, no gimen bajo la jurisdicción del celador del cuartel; ellos son los únicos que gozan de libertad de imprenta, porque ellos hablan al mundo. Ellos, en fin, no reconocen más que una ley, la imperiosa ley de la naturaleza que allí los puso y a ella obedecen.
Día de Difuntos de 1836. Mariano José de Larra