
Pero al margen de una necesaria reivindicación de independencia económica (500 libras al año y un cuarto propio, es todo lo que una mujer necesita para crear), al margen de la crítica a la obsoleta sociedad victoriana, existe en estas páginas una interesante consideración del espíritu humano más allá de la evidente diferencia de sexos.
Virginia Woolf llamaba "genio incandescente" a aquella persona capaz de trascender su propia existencia individual para ofrecer en una obra de arte ese brillo imperecedero que ilumina y acerca a los misterios del mundo.
El verdadero creador, el artista, deberá poseer además una cualidad andrógina en su acercamiento y comprensión de ese mundo. Lo femenino y lo masculino componen para Woolf una fusión imprescindible para acercarse creativamente a la realidad, un equilibrio necesario para que la naturaleza humana pueda ser representada en toda su amplitud:
La imagen de la pareja hizo que me preguntara también si no habría dos sexos en el espíritu, correspondientes a los dos en el cuerpo, y si no sería preciso juntarlos para lograr completa satisfacción y felicidad. Y me puse a delinear de cualquier manera un plano del alma en el que dos poderes presidían, uno varón y otro hembra. El estado normal y placentero es cuando están en armonía los dos, colaborando espiritualmente. Hasta en un hombre, la parte femenina del cerebro debe ejercer influencia; y tampoco la mujer debe rehuir el contacto con el hombre que hay en ella. Ésa, tal vez, fue la intención de Coleridge, cuando dijo que una gran inteligencia es andrógina. Cuando se opera esa fusión, la mente queda fecundada plenamente y dirige todas sus facultades. Quizá una mente del todo masculina no puede crear; así tampoco una mente del todo femenina, pensé (...) Quería decir, tal vez, que la inteligencia andrógina es resonante y porosa; que transmite sin dificultad la emoción; que es naturalmente creadora, indivisa, incandescente. De hecho, uno recurre a Shakespeare como arquetipo de la inteligencia andrógina.
Un cuarto propio. Virginia Woolf